Una visión del conflict
Vi en visión dos ejércitos empeñados en terrible conflicto. Una
hueste iba guiada por banderas que llevaban la insignia del mundo;
la otra, por el estandarte teñido en sangre del Príncipe Emmanuel.
Estandarte tras estandarte quedaba arrastrando en el polvo, mientras
que una compañía tras otra del ejército del Señor se unía al enemigo,
y tribu tras tribu de las filas del enemigo se unía con el pueblo de
Dios observador de los mandamientos. Un ángel que volaba por el
medio del cielo puso el estandarte de Emmanuel en muchas manos,
mientras que un poderoso general clamaba con voz fuerte: “Acudid
a las filas. Ocupen sus posiciones ahora los que son leales a los
mandamientos de Dios y al testimonio de Cristo. Salid de entre ellos
y separaos, y no toquéis lo inmundo, que yo os recibiré, y os seré por
Padre y me seréis por hijos e hijas. Acudan todos los que quieran en
auxilio de Jehová, en auxilio de Jehová contra los poderosos.”
La batalla seguía rugiendo. La victoria alternaba de un lado al
otro. A veces cedían los soldados de la cruz, “como abanderado en
derrota.”
Isaías 10:18
. Pero su retirada aparente era tan sólo para
ganar una posición más ventajosa. Se oían gritos de gozo. Se elevó
un canto de alabanza a Dios, y las voces de los ángeles se le unie-
ron mientras los soldados de Cristo plantaban su estandarte en las
murallas de las fortalezas hasta entonces sostenidas por el enemigo.
El Capitán de nuestra salvación ordenaba la batalla y mandaba re-
fuerzos a sus soldados. Su fuerza se manifestaba poderosamente y
los alentaba a llevar la batalla hasta las puertas. Les enseñó cosas
terribles en justicia, mientras que, vencedor y dispuesto a vencer, los
conducía paso a paso.
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Al fin se ganó la victoria. El ejército que seguía la bandera que
tenía la inscripción: “Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús,”
triunfó gloriosamente. Los soldados de Cristo estaban cerca de las
puertas de la ciudad, y con gozo la ciudad recibió a su Rey. Se
estableció el reino de paz, gozo y justicia eterna.
Testimonios para la Iglesia 8:41, 42 (1904)
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