Página 274 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Joyas de los Testimonios 3
impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde
el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, mas su sangre
yo la demandaré de tu mano. Y si tú avisares al impío de su camino
para que de él se aparte, y él no se apartare de su camino, por su
pecado morirá él, y tú libraste tu vida.”
Ezequiel 33:7-9
.
¿Aguardaremos que las profecías del fin se cumplan antes de
hablar de ellas? ¿De qué servirían entonces nuestras palabras? ¿Es-
peraremos hasta que los juicios de Dios caigan sobre el pecador
para decirle cómo evitarlos? ¿Dónde está nuestra fe en la Palabra de
Dios? ¿Debemos ver realizadas las cosas anunciadas para creer en
lo que él nos ha dicho? En claros y distintos rayos, nos ha llegado
la luz, enseñándonos que el gran día está cercano “a las puertas.”
Leamos y comprendamos antes que sea demasiado tarde.
Una vida santa
Hemos de ser conductos consagrados, por los cuales la vida
del cielo se comunique a otros. El Espíritu Santo debe animar e
impregnar toda la iglesia, purificando los corazones y uniéndolos
unos a otros. Los que han sido sepultados con Cristo por el bautismo
deben entrar en una nueva vida, y dar un ejemplo vivo de lo que
es la vida de Cristo. Una comisión sagrada nos ha sido confiada.
Esta es la orden que nos ha sido dada: “Por tanto, id, y doctrinad
a todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo: enseñándoles que guarden todas las cosas
que os he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo.”
Mateo 28:19, 20
. La obra a la que os habéis
consagrado consiste en dar a conocer el Evangelio de la salvación.
Vuestro poder está en la perfección celestial.
El testimonio que debemos dar por Dios no consiste sólo en
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predicar la verdad y distribuir impresos. No olvidemos que el argu-
mento más poderoso en favor del cristianismo es una vida semejante
a la de Cristo, mientras que un cristiano vulgar hace más daño en el
mundo que un mundano. Todos los libros escritos no reemplazarán
una vida santa. Los hombres creerán, no lo que diga el predicador,
sino lo que viva la iglesia. Demasiado a menudo la influencia del
sermón predicado desde el púlpito queda neutralizada por el que se