Página 278 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Joyas de los Testimonios 3
con la perseverancia y el celo incansable que puso el Salvador en su
obra.
Como pueblo, tenemos gran necesidad de humillar nuestros co-
razones ante Dios, implorando su perdón por haber descuidado su
mandato misionero. Hemos establecido centros importantes en al-
gunos lugares y dejado sin trabajar muchas ciudades populosas.
Pongamos mano a la obra asignada, y proclamemos el mensaje que
debe hacer comprender su peligro a hombres y mujeres. Si cada
adventista del séptimo día hubiese cumplido su parte, el número
de creyentes sería ahora mucho mayor. En todas las ciudades de
América habría personas a quienes el mensaje hubiese inducido a
obedecer la ley de Dios.
En algunos lugares el mensaje tocante a la observancia del sába-
do ha sido presentado con claridad y fuerza; en cambio, otros lugares
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han sido dejados sin amonestación. ¿No se tornarán conscientes de
su responsabilidad los que conocen la verdad? Hermanos míos, no
podéis engolfaros impunemente en empresas y negocios terrenales.
No podéis descuidar sin peligro la orden que el Señor os dió.
Todo el universo pide a los que conocen la verdad que se consa-
gren sin reservas a proclamar la verdad tal cual les ha sido manifesta-
da en el mensaje del tercer ángel. Lo que oímos y vemos nos llama a
cumplir nuestro deber. La actividad de los agentes de Satanás invita
a cada cristiano a ocupar su puesto.
Los obreros que necesitamos
La obra que se nos confió es grande e importante; y para cum-
plirla, necesitamos hombres sabios, desinteresados, capaces de con-
sagrarse abnegadamente a la salvación de las almas. No hay lugar
para los tibios; Cristo no puede usarlos. Se necesitan hombres y
mujeres cuyo corazón sea sensible a los sufrimientos humanos y que
demuestren por su vida que reciben y transmiten la luz, la vida y la
gracia.
Los hijos de Dios deben acercarse a Cristo por la abnegación y el
sacrificio, con el único propósito de dar al mundo entero el mensaje
de misericordia. Algunos trabajarán de un modo y otros de otro,
según la manera en que el Señor los llame y conduzca. Pero todos
deben trabajar en armonía, esforzándose por mantener en la obra