Página 277 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Llamados a ser testigos
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día, los está vigilando, y si comprueba que su vida no se amolda a
su profesión de fe, los señala con desprecio.
Los que aman a Jesús pondrán su vida entera en armonía con
la voluntad de él. Se pusieron del lado del Señor, y debe existir un
vívido contraste entre su vida y la de los mundanos. El tentador se
les acercará con sus halagos y tentaciones, diciéndoles: “Todo esto
te daré, si postrado me adorares.”
Mateo 4:9
. Pero saben que nada
bueno tiene para ofrecerles y rehusan ceder a sus tentaciones. La
gracia de Dios los capacita para mantener intactos sus principios.
Angeles santos están a su lado, y revelan a Cristo por su firme ad-
hesión a la verdad. Son los milicianos de Cristo y, como buenos
testigos, hablan con fuerza y firmeza en favor de la verdad. De-
muestran la realidad de la potencia espiritual que hace a hombres y
mujeres capaces de no sacrificar nada de la justicia y de la verdad,
por mucho que el mundo quiera ofrecerles en cambio. El Cielo hon-
rará a tales cristianos, porque conformaron su vida a la voluntad de
Dios, sin fijarse en los sacrificios que les tocaba hacer.
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La luz que Dios concedió a su pueblo no debe quedar recluída
en el seno de las iglesias que ya conocen la verdad. Debe esparcirse
en las regiones obscuras de la tierra. Los que anden en la luz como
Cristo está en la luz cooperarán con el Salvador revelando a otros
lo que él les hiciera conocer. El propósito de Dios es que la verdad
para nuestra época sea comunicada a toda nación, lengua y tribu.
Hoy cada habitante del mundo está procurando conseguir ganancias
y placeres mundanales. Millones de almas no dan consideración ni
tiempo a su salvación. El momento ha llegado cuando el mensaje
relativo a la próxima venida de Cristo debe resonar por el mundo
entero.
Un mensaje universal
Hay pruebas inequívocas de la inminencia del fin. La amonesta-
ción debe darse en lenguaje firme y directo. Es necesario preparar el
camino delante del Príncipe de paz que viene sobre las nubes de los
cielos. Queda aún mucho que hacer en las ciudades que todavía no
han oído la verdad para nuestra época. No debemos establecer insti-
tuciones que por sus dimensiones y esplendor rivalicen con las del
mundo; sino que debemos proseguir la obra del Señor en su nombre