Una obra actual
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beber la copa, el resultado habría sido la ruina eterna de la familia
humana. Empero un ángel del cielo fortaleció al Hijo de Dios para
que aceptara y bebiera la amarga copa.
¡Cuán pocos hay que se den cuenta de que todo eso ha sido
sobrellevado para ellos personalmente, y que raciocinen de esta
manera: “Esto fué hecho para
mí,
a fin de que
yo
pueda formar un
carácter digno de la vida eterna”!
Mientras estas cosas me eran presentadas de una manera tan
vívida, me decía a mí misma: “Nunca podré exponer este asunto de
acuerdo con su realidad;” y sólo os he dado una débil descripción de
lo que me fué dado ver. Al pensar en la copa que tembló en la mano
del Salvador; al comprender que hubiese podido negarse a beberla y
dejar al mundo perecer en su pecado, hice la decisión de consagrar
todas las energías de mi ser a ganar almas para él.
Cristo vino al mundo para sufrir y morir, a fin de que, por la fe
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en él y apropiándonos sus méritos, llegásemos a colaborar con Dios.
El designio del Salvador era que una vez que él hubiese subido al
cielo, para allí interceder en favor de los hombres, sus discípulos
continuasen la obra emprendida por él. ¿No se preocuparán los
hombres por dar el mensaje a los que moran en tinieblas? Hay
quienes están listos para ir a los extremos de la tierra, a llevar a
los hombres la luz de la verdad; pero Dios quiere que toda alma
que conozca la verdad se esfuerce por infundir a otros el amor a la
verdad. ¿Cómo podremos ser estimados dignos de entrar en la ciudad
de Dios si no estamos dispuestos a consentir verdaderos sacrificios
para salvar a las almas que están por perecer?
Cada uno de nosotros tiene una obra individual que cumplir. Yo
sé que son muchos los que se colocan en la debida relación con
Cristo y sólo piensan en presentar al mundo el mensaje de la verdad
presente. Siempre están dispuestos a ofrecer sus servicios. Pero mi
corazón se entristece cuando veo a tantos que se contentan con una
vida cristiana empobrecida, y que apenas les cuesta algo. Por sus
vidas declaran que para ellos Cristo murió en vano.
Si no consideráis como honroso participar de los sufrimientos de
Cristo, si vuestro corazón no se siente oprimido con el pensamiento
de las almas que van a perecer, si no estáis dispuestos a realizar
sacrificios con el fin de ahorrar el dinero que la obra necesita, no
habrá lugar para vosotros en el reino de Dios. A cada paso necesi-