Página 323 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Una obra actual
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fe. El Señor dice: “Si hubieseis creído los mensajes que os dirigí, no
habría tanta falta de obreros y de medios para sostenerlos.”
La venida de Cristo se acerca apresuradamente. El tiempo que
nos queda para trabajar es corto, y hay hombres y mujeres que pere-
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cen. Dijo el ángel: “¿No debieran los hombres que han recibido tanta
luz cooperar con Aquel que envió a su Hijo al mundo para dar a los
hombres la luz y la salvación?” ¿Acaso los hombres que recibieron
el conocimiento de la verdad, renglón tras renglón, precepto tras
precepto, un poco aquí y otro poco allá, tendrán en poca estima a
Aquel que vino a la tierra para hacer a todo creyente partícipe de
su divino poder? Así es como la divinidad de Cristo debía hacerse
efectiva en la salvación de la familia humana y dar eficacia a la
intercesión de nuestro sumo Sacerdote ante el trono de Dios. En el
cielo es donde el plan fué ideado. ¿No sabrán apreciar una bendición
tan grande los que fueron comprados a tan alto precio?
La vida que llevemos debe testificar
El Señor no puede aprobar a un pueblo que, aunque hace pro-
fesión de piedad y declara creer en su próxima venida, no advierte
a las ciudades que pronto van a caer juicios sobre la tierra. Los
que obran así deberán dar cuenta de su negligencia. Cristo dió su
preciosa vida para salvar a las almas que perecen en sus pecados.
¿Nos negaremos a cumplir la obra que nos fué asignada, y a cooperar
con Dios y con los agentes celestiales? Millares de personas obran
de este modo al no identificarse con Cristo ni manifestar en su vida
el gran sacrificio de Cristo, por medio de obras de justicia que sean
frutos de la gracia salvadora. Sin embargo, ésta es en realidad la
obra dada a los hombres por el sacrificio del Hijo de Dios. Sabiendo
esto, ¿podemos quedar indiferentes? Hermanos míos, os invito a
despertar. Las facultades espirituales que no se ejerciten en ganar
almas para Cristo se debilitarán y acabarán por morir. ¿Cómo podre-
mos justificarnos si descuidamos la grande y bella obra para cuyo
cumplimiento Cristo dió su vida?
No podemos dedicar a cosas vanas e insignificantes los pocos
días que nos quedan aquí en la tierra. Debemos humillar nuestra
alma delante de Dios de manera que cada cual pueda recibir la
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verdad y permitirle que realice en su vida una reforma que convenza