Página 325 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

Basic HTML Version

Una obra actual
321
entre nosotros mucha más oración y mucho menos espíritu de duda.
Debemos colocar el ideal muy alto, siempre más alto ante el mundo.
Debemos recordar que Cristo está siempre a nuestra derecha cuando
anunciamos la libertad a los cautivos y damos el pan de vida a las
almas hambrientas. Cuando recordemos constantemente la urgencia
e importancia de nuestra obra, la salvación de Dios se revelará en
forma notable.
Vistámonos la armadura de Dios
Dios nos ayude a vestir la armadura y a obrar con fervor, como
quienes reconocen que las almas merecen salvarse. Procuremos
una nueva conversión. Necesitamos la presencia del Santo Espíritu
de Dios para enternecer nuestros corazones y evitar un espíritu
inexorable en nuestro trabajo. Ruego a Dios que su Santo Espíritu
tome plena posesión de nuestros corazones. Procedamos como hijos
de Dios, que buscan su consejo y están listos para seguir sus planes
dondequiera que les sean presentados. Dios será glorificado por un
pueblo tal y los testigos de nuestro celo dirán: Amén, amén.
“Despierta, despierta, vístete tu fortaleza, oh Sión; vístete tu
ropa de hermosura, oh Jerusalem, ciudad santa. ... ¡Cuán hermosos
son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que
publica la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salud,
del que dice a Sión: Tu Dios reina! ¡Voz de tus atalayas! alzarán la
voz, juntamente darán voces de júbilo; porque ojo a ojo verán que
Jehová vuelve a traer a Sión. Cantad alabanzas, alegraos juntamente,
soledades de Jerusalem: porque Jehová ha consolado su pueblo, a
Jerusalem ha redimido. Jehová desnudó el brazo de su santidad ante
[343]
los ojos de todas las gentes; y todos los términos de la tierra verán
la salud del Dios nuestro.”
Isaías 52:1, 7-10
.
* * * * *
¿Apreciáis tan profundamente el sacrificio hecho en el Calvario
que estáis dispuestos a subordinar todo otro interés a la obra de
salvar almas? El mismo intenso anhelo de salvar a los pecadores
que señaló la vida del Salvador se nota en la de su verdadero dis-
cípulo. El cristiano no desea vivir para sí. Se deleita en consagrar