Página 329 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Un llamamiento a los miembros de la iglesia
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encuentre para hacer, debemos hacerlo con fidelidad; cualquiera que
sea el sacrificio que seamos llamados a hacer, debemos realizarlo
con alegría. Al sembrar junto a todas las aguas, experimentaremos
que “el que siembra en bendiciones, en bendiciones también segará.”
2 Corintios 9:6
.
El ejemplo de Cristo debe ser seguido por los que dicen ser sus
hijos. Socorred a los desvalidos; su agradecimiento derribará las
barreras y os permitirá alcanzar su corazón. Estudiad este asunto con
el cuidado que merece. Como iglesias, habéis tenido oportunidades
de trabajar en cooperación con Dios. Si hubieseis obedecido a la
Palabra de Dios, si hubieseis emprendido esa obra, habríais recibido
bendición y estímulo. Como instrumentos humanos de Dios, habríais
abogado por un plan de restauración y de salvación, no según un
molde rígido, sino progresivo, yendo de gracia en gracia y de fuerza
en fuerza.
El Señor me ha presentado la obra que debe ser hecha en las
ciudades. Los creyentes que se encuentran en ellas deben trabajar
para Dios en el vecindario de sus moradas. Deben trabajar queda y
humildemente, llevando consigo doquiera vayan una atmósfera ce-
lestial. Si evitan que su personalidad se ponga en evidencia y señalan
constantemente a Jesús se hará sentir el poder de su influencia.
No entra en los planes de Dios que el cuidado de sembrar la
semilla de la verdad sea dejado principalmente a los predicadores.
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Hombres que no son llamados al ministerio de la palabra deben
trabajar para su Maestro según sus distintas capacidades. Un obrero
que se entrega sin reserva al servicio del Señor adquiere una expe-
riencia que le asegura siempre más éxito en la obra que efectúa para
su Maestro. La influencia que le atrajo a Jesús le ayuda a llevar otros
a él. Aunque no sea llamado a hablar en público, es no obstante
siervo de Dios y su obra atestigua que es engendrado de Dios.
Las mujeres, tanto como los hombres, pueden sembrar la verdad
donde pueda obrar y hacerse manifiesta. Pueden ocupar su puesto
en esta crisis, y el Señor obrará por su intermedio. Si las compenetra
el sentimiento de su deber y si trabajan bajo la influencia del Espí-
ritu Santo, tendrán el dominio propio que este tiempo demanda. El
Señor hará brillar la luz de su rostro sobre esas mujeres animadas
por el espíritu de sacrificio, y les dará un poder superior al de los
hombres. Pueden realizar en las familias una obra que los hombres