Página 391 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Distribución de responsabilidades
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nosotros, y escondednos de la cara de aquél que está sentado sobre el
trono, y de la ira del Cordero: porque el gran día de su ira es venido;
¿y quién podrá estar firme?”
Apocalipsis 6:12-17
.
Hay sólo dos clases
“Después de estas cosas miré, y he aquí una gran compañía, la
cual ninguno podía contar, de todas gentes y linajes y pueblos y
lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero,
vestidos de ropas blancas, y palmas en sus manos; y clamaban en
alta voz, diciendo: Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre
el trono, y al Cordero.... Estos son los que han venido de grande
tribulación y han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre
del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven
día y noche en su templo: y el que está sentado en el trono tenderá
su pabellón sobre ellos. No tendrán más hambre, ni sed, y el sol
no caerá más sobre ellos, ni otro ningún calor. Porque el Cordero
que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes
vivas de aguas: y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos.”
Apocalipsis 7:9-17
.
En esos pasajes se nos presentan dos categorías de personas.
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Unas se han dejado seducir y han tomado posición con los enemigos
del Señor. Interpretaron erróneamente los mensajes que les fueran
dirigidos y se revistieron de su propia justicia. A sus ojos, el peca-
do no era pecaminoso. Enseñaron mentiras en vez de la verdad y
extraviaron a muchas almas.
Ahora debemos vigilarnos a nosotros mismos. Se nos han dirigi-
do advertencias. ¿No podemos ver el cumplimiento de las predic-
ciones de Cristo contenidas en el capítulo 21 de Lucas? ¿Cuántos
son los que estudian las palabras del Señor? ¿Cuántos hay que se
engañan a sí mismos y se privan de las bendiciones reservadas a los
que creen y obedecen? El tiempo de gracia se prolonga todavía, y
se nos ofrece la posibilidad de apropiarnos de la esperanza que el
Evangelio nos presenta. Arrepintámonos, convirtámonos y abando-
nemos nuestros pecados, para que sean borrados. “El cielo y la tierra
pasarán; mas mis palabras no pasarán. Y mirad por vosotros; que
vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez,
y de los cuidados de esta vida, y venga de repente sobre vosotros