Página 397 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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En humildad y fe
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“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo
Jesús: el cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser
igual a Dios: sin embargo, se anonadó a sí mismo, tomando forma
de siervo, hecho semejante a los hombres; y hallado en la condición
como hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le ensalzó a lo
sumo, y dióle un nombre que es sobre todo nombre; para que en el
nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos,
y de los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra; y toda
lengua confiese que Jesucristo es el Señor, a la gloria de Dios Padre.
Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como
en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia,
ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es
el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena
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voluntad.”
Filipenses 1:27-29
;
2:1-13
.
Se me ha encargado que dirija estas palabras a nuestros hermanos
y hermanas del sur de California. Se las necesita en todo lugar
donde haya una iglesia establecida, porque un espíritu extraño se ha
introducido en nuestro medio.
Tiempo es de que los hombres humillen su corazón delante de
Dios y aprendan a trabajar según los métodos de él. Los que han
procurado dominar a sus compañeros de labor deben darse cuenta
de qué espíritu están animados. Con el alma humillada, deberían
buscar al Señor con ayuno y oración.
En el curso de su vida terrenal, Cristo dió un ejemplo que cada
uno puede seguir con toda seguridad. El ama a su rebaño y no quiere
que señoree sobre él poder alguno que restrinja su libertad en el
servicio que le rinde. Nunca comisionó él a nadie para dominar su
heredad. La verdadera religión bíblica da por fruto el dominio propio
y no el dominio de uno por el otro. Como pueblo, necesitamos una
medida mayor del Espíritu Santo, a fin de que podamos, sin orgullo,
anunciar el mensaje solemne que Dios nos ha confiado.
Hermanos, reservad para vosotros mismos vuestras palabras
de censura. Enseñad al rebaño de Dios a mirar a Cristo, y no al
hombre falible. Toda alma que llega a enseñar la verdad debe llevar
en su propia vida los frutos de la santidad. Al mirar a Jesús y al
seguirle, presentará a las almas que le son confiadas un ejemplo de
lo que debe ser un cristiano verdadero, dispuesto a aprender. Dejad