Página 40 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

Basic HTML Version

36
Joyas de los Testimonios 3
tunidad de demostrar su fe y confianza obedeciendo perfectamente
sus requerimientos.
Así también sucede con las exigencias de Dios para con noso-
tros. Pone sus tesoros en las manos de los hombres, pero requiere
que una décima parte sea puesta fielmente a un lado para su obra.
Requiere que esta porción sea entregada a su tesorería. Ha de serle
devuelta como propiedad suya; es sagrada y debe emplearse para
fines sagrados, para el sostén de los que han de proclamar el mensaje
de salvación en todas partes del mundo. Se reserva esta porción a fin
de que siempre afluyan recursos a su tesorería y se pueda comunicar
la luz de la verdad a los que están cerca y a los que están lejos.
Obedeciendo fielmente este requerimiento, reconocemos que todo
lo que tenemos pertenece a Dios.
Sin excusa
¿No tiene el Señor derecho a exigir esto de nosotros? ¿No dió
acaso a su Hijo unigénito porque nos amaba y deseaba salvarnos de
la muerte? ¿Y no habrán de afluir a su tesorería nuestras ofrendas de
agradecimiento, para promover su reino en la tierra? Puesto que Dios
es el dueño de todos nuestros bienes, ¿no habrá de impulsarnos la
gratitud a él a presentarle ofrendas voluntarias y de agradecimiento,
en prueba de que lo reconocemos dueño de nuestra alma, cuerpo,
espíritu y propiedad? Si se hubiese seguido el plan de Dios, estarían
ahora afluyendo recursos a su tesorería; abundarían los fondos que
permitirían a los predicadores entrar en nuevos campos, y podrían
unirse obreros a los predicadores para enarbolar el estandarte de la
verdad en los lugares obscuros de la tierra.
Es un plan trazado por el cielo que los hombres devuelvan al
[38]
Señor lo que le pertenece; y esto se presenta tan claramente que los
hombres y mujeres no tienen excusa por no comprender ni cumplir
los deberes y responsabilidades que Dios les ha impuesto. Los que
aseveran que no pueden ver que tal es su deber, revelan al universo
celestial, a la iglesia y al mundo, que no quieren ver este requeri-
miento tan claramente presentado. Piensan que si practicaran el plan
del Señor, se privarían de sus propios bienes. En la codicia de sus
almas egoístas, desean tener todo el monto, tanto el capital como el
interés y usarlo para su propio beneficio.