Demos a Dios lo suyo
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Dios pone su mano sobre todas las posesiones del hombre di-
ciendo: Yo soy el dueño del universo, y estos bienes son míos. El
diezmo que habéis retenido lo reservaba para sostener a mis siervos
en su obra de explicar las Escrituras a los que moran en regiones
obscuras y no conocen mi ley. Al usar mi fondo de reserva para
satisfacer vuestros propios deseos, habéis privado vuestras almas de
la luz que yo había provisto para ellas. Habéis tenido oportunidad
de manifestarme vuestra lealtad, pero no lo habéis hecho. Me habéis
robado; habéis hurtado mi fondo de reserva. “Malditos sois con
maldición.”
Malaquías 3:9
.
Otra oportunidad
El Señor es longánime y misericordioso, y da otra oportunidad a
los que han cometido esa iniquidad. “Tornaos a mí—dice,—y yo me
tornaré a vosotros.” Pero ellos dijeron: “¿En qué hemos de tornar?”
Malaquías 3:7
. Han dedicado sus recursos a servirse y glorificarse
a sí mismos, como si fuesen bienes que les pertenecieran, y no
tesoros prestados. Sus conciencias pervertidas se han endurecido
y cauterizado a tal punto que no ven la gran iniquidad que han
cometido al obstaculizar tanto el camino que la causa de la verdad
ya no podía progresar.
Aunque emplea para sí los talentos que Dios se reservó para
publicar la salvación, para enviar las gratas nuevas de un Salvador
a las almas que perecen, el hombre finito pregunta, aun mientras
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obstruye el camino por su egoísmo: “¿En qué te hemos robado?”
Dios contesta: “Los diezmos y las primicias. Malditos sois con
maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.” Todo
el mundo está empeñado en robar a Dios. Con el dinero que él les ha
prestado, los hombres se entregan a la disipación, a las diversiones,
orgías, banquetes y complacencias deshonrosas. Pero Dios dice: “Y
llegarme he a vosotros a juicio.”
Vers. 8, 9, 5
. Todo el mundo tendrá
que dar cuenta en el gran día en que cada uno será sentenciado según
sus obras.