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Joyas de los Testimonios 3
posible que la filiación divina fuese devuelta a la familia humana. En
el principio, Dios hizo al hombre a su semejanza. Nuestros primeros
padres escucharon la voz del tentador y se entregaron al poder de
Satanás. Pero el hombre no fué abandonado a las consecuencias
del mal que había escogido. Le fué prometido un Libertador. Dios
dijo a la serpiente: “Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre
tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le
herirás en el calcañar.”
Génesis 3:15
. Antes de oír hablar de espinas y
cardos, de las penas y dolores que habían de ser su suerte, o del polvo
al cual debían tornar, nuestros primeros padres oyeron palabras que
no podían sino infundirles esperanza. Todo lo que habían perdido
cediendo a Satanás, podía recuperarse por medio de Cristo.
El Hijo de Dios fué dado para redimir a la familia humana.
Mediante sufrimientos infinitos, sobrellevados por el Inocente en
lugar del culpable, se pagó el precio que iba a redimir a la familia
humana del poder del destructor y restaurar en ella la imagen divina.
Los que aceptan la salvación que Cristo les trae, se humillarán ante
Dios como niñitos.
Dios quiere que sus hijos le pidan las cosas que le permitirán a
él revelar su gracia al mundo mediante ellos. Quiere que busquen
su consejo y reconozcan su poder. Con amor, Cristo reivindica
sus derechos sobre aquellos por quienes dió su vida; si quieren
compartir las alegrías reservadas a los que reflejan su carácter aquí,
deben acatar su voluntad. Es bueno que sintamos nuestra debilidad;
porque entonces buscaremos la fuerza y la sabiduría que el Padre se
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complace en dispensar a sus hijos para las luchas de cada día contra
las potestades del mal.
* * * * *
Aun cuando la instrucción, la preparación y los consejos de
hombres de experiencia sean cosas esenciales, debe enseñarse a
los obreros a no confiar exclusivamente en el juicio de hombre
alguno. Como agentes libres de Dios, todos deben pedirle a él su
sabiduría. Cuando el que está aprendiendo depende enteramente de
los pensamientos de otro y sin ir más lejos acepta sus planes, sólo
ve por los ojos de ese hombre y llega a ser, en este sentido, tan sólo
su eco.
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