La iglesia y el ministerio
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Lo que pudo haber sido
Costó abnegación, sacrificio propio, energía indomable y mucha
oración sacar adelante las diversas empresas misioneras hasta donde
están. Existe el peligro de que algunos de los que entran ahora en
el escenario de acción se conformen con ser deficientes y crean
que ya no hay necesidad de tanta abnegación y diligencia ni de
tanto trabajo arduo y desagradable como pusieron de manifiesto
los iniciadores de este mensaje, porque los tiempos han cambiado
y, en vista de que ahora hay más recursos en la causa de Dios, no
es necesario colocarse en circunstancias tan penosas como las que
muchos tuvieron que arrostrar en el desarrollo del mensaje.
Pero si se manifestase en el cumplimiento actual de la obra
la misma diligencia y abnegación que se vió en sus comienzos,
veríamos resultados cien veces mayores que los alcanzados ahora.
Para que la obra siga progresando en el alto nivel de acción en
que se inició, no debe haber decaimiento de los recursos morales.
Debe haber de continuo nuevos aportes de fuerza moral. Si los que
entran ahora en el campo como obreros llegan a sentir que pueden
cejar en sus esfuerzos, que ya no son esenciales la abnegación y la
estricta economía, no sólo de los recursos sino también del tiempo,
la obra retrocederá. Los obreros del momento actual deben tener el
mismo grado de piedad, energía y perseverancia que tuvieron los
dirigentes del comienzo.
La obra se ha extendido de tal manera que abarca ahora un ex-
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tenso territorio y ha aumentado el número de los creyentes. Sin
embargo, hay una gran deficiencia, porque podría haberse realizado
una obra mayor si se hubiese manifestado el mismo espíritu misio-
nero que en los primeros tiempos. Sin este espíritu, el obrero no
hará sino mancillar y deshonrar la causa de Dios. La obra retrocede
realmente en vez de progresar como Dios quisiera. Nuestro número
actual y la extensión de nuestra obra no deben ser comparados con
lo que eran al comienzo. Debemos considerar lo que pudo haberse
hecho si cada obrero se hubiese consagrado a Dios en alma, cuerpo
y espíritu, como debiera haberlo hecho.
Como nunca antes, debemos orar no sólo que sean enviados
obreros al gran campo de la mies, sino pedir un claro concepto de