Página 52 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Joyas de los Testimonios 3
estar sin embargo tan destituídos de la influencia vivificadora del Es-
píritu Santo como estaban destituídas de rocío y lluvia las colinas de
Gilboa. Todos necesitamos lluvia espiritual; y necesitamos también
los brillantes rayos del Sol de justicia para enternecer y subyugar
nuestro corazón. Debemos ser siempre tan firmes en los principios
como una roca. Debemos enseñar los principios bíblicos y apoyarlos
por una práctica santa.
Los que sirven a Dios deben manifestar animación y firmeza
en la obra de salvar almas. Recordemos que hay quienes perecerán
a menos que nosotros, como instrumentos de Dios, obremos con
resolución inquebrantable. Debemos depender de continuo del trono
de la gracia.
Es inexcusable que la fe de nuestras iglesias sea tan débil. “Tor-
naos a la fortaleza, oh presos de esperanza.”
Zacarías 9:12
. En Cristo
hay fuerza para nosotros. El es nuestro Abogado delante del Padre.
Envía sus mensajeros a todas partes de su dominio para comuni-
car su voluntad a su pueblo. Anda en medio de sus iglesias. Desea
santificar, elevar y ennoblecer a sus discípulos. La influencia de los
que creen verdaderamente en él será un sabor de vida en el mundo.
El tiene las estrellas en su diestra y es su propósito dejar que por
intermedio de ellas su luz brille para el mundo. Desea preparar así
a su pueblo para un servicio más sublime en la iglesia celestial.
Nos ha confiado una gran obra. Hagámosla con exactitud y resolu-
ción. Demostremos por nuestra vida lo que la verdad ha hecho para
nosotros.
“El cual anda en medio de los siete candeleros de oro.”
Apoca-
lipsis 2:1
. Este pasaje demuestra la relación que sostiene Cristo con
las iglesias. Anda en medio de las iglesias por toda la longitud y
la anchura de la tierra. Las observa con intenso interés para ver si
están en una condición espiritual que les permita hacer progresar su
reino. Cristo está presente en toda asamblea de la iglesia. Conoce a
todos los que están relacionados con su servicio y a aquellos cuyo
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corazón puede llenar de aceite santo para que lo impartan a otros.
Son muy preciosos para Cristo los que realizan fielmente su obra
en nuestro mundo y, representando en palabra y obra el carácter de
Dios, cumplen el propósito del Señor para con ellos. Cristo se deleita
en ellos como un hombre se deleita en un jardín bien cuidado y en
la fragancia de las flores que ha plantado.