Página 67 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Las actividades misioneras
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semejanza tienen estos ociosos con el ángel al cual se representa
volando por en medio del cielo, proclamando los mandamientos de
Dios y la fe de Jesús? ¿Qué súplicas se pueden hacer a los ociosos
para despertarlos, a fin de que vayan a trabajar para el Maestro?
¿Qué podemos decir al miembro de la iglesia perezoso para hacerle
sentir la necesidad de desenterrar su talento y darlo a los banqueros?
No habrá ociosos ni perezosos en el reino de los cielos. ¡Dios quiera
presentar este asunto en toda su importancia a las iglesias dormidas!
¡Ojalá que Sión se levante y se vista sus ropas de gala! ¡Ojalá
resplandezca!
Hay muchos ministros ordenados que nunca han atendido como
pastores a la grey de Dios, que nunca han velado por las almas como
quienes deben dar cuenta. En vez de desarrollarse, la iglesia queda
en la condición de un cuerpo débil y deficiente. Los miembros de la
iglesia, acostumbrados a confiar en la predicación, hacen poco para
Cristo. No llevan fruto, sino que más bien aumentan su egoísmo e
infidelidad. Ponen su esperanza en el predicador y dependen de sus
esfuerzos para mantener viva su débil fe. Por cuanto los miembros de
la iglesia no han sido debidamente instruídos por aquellos a quienes
Dios puso como veedores, muchos son siervos perezosos que ocultan
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sus talentos en la tierra, y, sin embargo, se quejan de cómo el Señor
los trata. Esperan ser atendidos como niños enfermos.
Esta condición de debilidad no debe continuar. Debe hacerse
obra bien organizada en la iglesia, para que sus miembros sepan
cómo impartir la luz a otros, y así fortalecer su propia fe y aumentar
su conocimiento. Mientras impartan aquello que recibieron de Dios,
serán confirmados en la fe. Una iglesia que trabaja es una iglesia
viva. Somos incluídos en la edificación como piedras vivas, y cada
piedra ha de emitir luz. Cada cristiano es comparado a una piedra
preciosa que capta la gloria de Dios y la refleja.
La idea de que el ministro debe llevar toda la carga y hacer todo
el trabajo, es un gran error. Podría suceder que, recargado de trabajo
y quebrantado, descendiera al sepulcro cuando, si la carga hubiese
sido compartida como el Señor quería, habría continuado viviendo.
A fin de que la carga sea distribuida, deben educar a la iglesia los que
pueden enseñar a otros a seguir a Cristo y trabajar como él trabajó.