Ayuda para los campos misioneros
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alimentarlos a todos.” Pero practicando las lecciones de economía
que nos dejó Cristo, podemos alimentar a uno. Puede ser que podáis
alimentar a muchos que tienen hambre del alimento temporal; y
podéis alimentar sus almas con el pan de vida. “Recoged los peda-
zos que han quedado, porque no se pierda nada.”
Juan 6:12
. Estas
palabras fueron pronunciadas por Aquel que tenía todos los recursos
del universo a su disposición; aun cuando su poder de hacer milagros
proporcionó alimento a millares, no desdeñó enseñar una lección de
economía.
Empleo correcto del tiempo, las fuerzas y el dinero
Practicad la economía en el empleo de vuestro tiempo. Perte-
nece al Señor. Vuestra fuerza es del Señor. Si tenéis costumbres de
despilfarro, suprimidlas de vuestra vida. Si conserváis tales hábitos,
ellos ocasionarán vuestra bancarrota para la eternidad, mientras que
los hábitos de economía, laboriosidad y sobriedad son, aun en este
mundo, una porción mejor para vosotros y vuestros hijos, que una
dote cuantiosa.
Somos viajeros, peregrinos y advenedizos en la tierra. No gaste-
mos nuestros recursos para satisfacer deseos que Dios nos ordena
reprimir. Demos, más bien, el debido ejemplo a los que se tratan con
nosotros. Representemos adecuadamente nuestra fe restringiendo
nuestros deseos. Levántense las iglesias como un solo hombre y
trabajen fervientemente como quienes andan en la plena luz de la
verdad para estos últimos tiempos. Impresione vuestra influencia
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a las almas para hacerles comprender el carácter sagrado de los
requerimientos de Dios.
Si en la providencia de Dios os han sido dadas riquezas, no os
acomodéis en este mundo pensando que no necesitáis dedicaros
a un trabajo útil, que tenéis bastante, y que podéis comer, beber y
alegraros. No permanezcáis ociosos mientras otros están luchando
para obtener recursos para su causa. Invertid vuestros recursos en la
obra del Señor. Si hacéis menos que vuestro deber para ayudar a los
que perecen, recordad que al ser indolentes incurrís en culpa.
Dios es quien da a los hombres el poder de conseguir riquezas, y
él otorga esta capacidad, no como medio de complacer al yo, sino
como un medio de devolver a Dios lo suyo. Con este objeto, no