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Joyas de los Testimonios 3
Nada contribuye tanto al éxito como el éxito mismo. Obténgase
éste por esfuerzo perseverante, y la obra progresará. Se abrirán
nuevos campos. Muchas almas serán llevadas al conocimiento de la
verdad. Lo que se necesita es que aumente la fe en Dios.
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Nuestro pueblo ha recibido gran luz, y sin embargo, muchos
de los ministros dedican sus esfuerzos a las iglesias, enseñando a
los que debieran ser instructores, iluminando a los que debieran
ser “la luz del mundo;” regando a aquellos de los cuales debieran
fluir ríos de aguas vivas; enriqueciendo a los que podrían ser minas
de verdad preciosa; repitiendo la invitación del Evangelio a los
que, dispersos hasta los últimos confines de la tierra, debieran estar
dando el mensaje del cielo a los que nunca lo han oído; alimentando
a aquellos que debieran estar en los caminos y los vallados dando la
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invitación: “Las bodas a la verdad están aparejadas.”
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Aquellos cuyas ligaduras de pecado han sido rotas, que han
buscado al Señor con corazón contrito y han obtenido respuesta a su
anhelante petición de justicia, no son nunca fríos ni sin aliento. Su
corazón está lleno de amor abnegado por los pecadores. Desechan
de sí toda ambición mundanal, todo egoísmo. Su trato con las cosas
profundas de Dios los hace más y más semejantes a su Salvador. Se
regocijan en los triunfos de él; y se sienten henchidos de su gozo.
Día tras día crecen hasta alcanzar la plena estatura de hombres y
mujeres en Cristo.
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