Página 93 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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La responsabilidad de los esposos
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uno al otro. No podéis obrar así y conservar vuestro amor recíproco.
Las manifestaciones de la propia voluntad destruyen la paz y la feli-
cidad de la familia. No dejéis penetrar el desacuerdo en vuestra vida
conyugal. De lo contrario seréis desdichados ambos. Sed amables
en vuestras palabras y bondadosos en vuestras acciones; renunciad
a vuestros deseos personales. Vigilad vuestras palabras, porque ellas
ejercen una influencia considerable para bien o para mal. No dejéis
traslucir irritación en la voz, mas poned en vuestra vida el dulce
perfume de la semejanza de Cristo.
Antes de entrar en una unión tan íntima como el matrimonio, un
hombre debiera saber dominarse a sí mismo y cómo obrar con los
demás.
Cómo enseñar a los niños
En la educación de los hijos, hay ciertas circunstancias en las
cuales la voluntad firme de la madre se halla en pugna con la vo-
luntad irracional e indisciplinada del niño. En tales casos, la madre
necesita mucha sabiduría. Al obrar de una manera poco prudente, al
someter al niño por la fuerza, se le puede hacer un daño incalculable.
Una crisis tal debe evitarse tanto como se pueda, porque implica
una lucha violenta tanto para la madre como para el niño. Pero
cuando dicha crisis se produce, hay que inducir al niño a someter su
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voluntad a la voluntad más sabia de sus padres.
La madre debe dominarse perfectamente ella misma, y no hacer
nada que despierte en su hijo, un espíritu de desafío. Nunca debe dar
órdenes a gritos. Ganará mucho si conserva una voz dulce y amable.
Debe obrar con su hijo de un modo que lo conduzca a Jesús. Ella
debe acordarse de que Dios es su sostén, y el amor su fuerza. Si es
una creyente prudente, no tratará de obligar a su hijo a someterse.
Ella orará con fervor para que el enemigo no obtenga la victoria,
y mientras ore, se dará cuenta de que su vida espiritual se renueva.
Verá que la misma potencia que obra en ella obra también en su
hijo. Este se volverá más amable y sumiso. Así ganará la victoria.
La paciencia, la bondad, las sanas palabras de la madre cumplen
esa obra. La paz sucede a la tormenta como el sol a la lluvia. Los
ángeles que observaron la escena entonan gozosos cantos.