Página 95 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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La responsabilidad de los esposos
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Ilumínese la senda ajena
Cristo murió para que la vida del hombre quedase ligada con la
suya en la unión de la divinidad y la humanidad. El vino a la tierra y
llevó una existencia divino-humana para que la vida de los hombres
y mujeres fuese tan armoniosa como Dios lo desea. El Salvador
os pide que os neguéis a vosotros mismos y llevéis vuestra cruz.
Entonces nada podrá impedir que se desarrolle vuestro ser entero y
en vuestra vida diaria habrá una actividad sana y armoniosa.
Recordad, hermanos míos, que Dios es amor, y que por su gracia
podéis llegar a haceros mutuamente felices, según lo prometisteis en
ocasión de vuestro casamiento. Por la fuerza del Redentor, podéis
trabajar con sabiduría y potencia para contribuir a la regeneración de
alguna existencia desdichada. ¿Qué hay de imposible para Cristo? El
es perfecto en sabiduría, justicia y amor. No os encerréis en vosotros
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mismos; ni os contentéis con cifrar todos vuestros afectos el uno en el
otro. Aprovechad toda ocasión de trabajar por aquellos que os rodean
y compartid con ellos vuestros afectos. Las palabras amables, las
miradas de simpatía, las expresiones de aprecio serían para muchos
de los que luchan a solas como un vaso de agua fresca para el
sediento. Una palabra de estímulo, un acto de bondad contribuyen
mucho a aliviar el fardo que pesa sobre los hombros cansados. La
verdadera felicidad consiste en servir desinteresadamente a otros.
Cada palabra, cada acción ejecutada en este espíritu queda anotada
en los libros del cielo como habiendo sido dicha o hecha para Cristo.
“De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis
hermanos pequeñitos—declara él,—a mí lo hicisteis.”
Mateo 25:40
.
Vivid en el resplandor del amor del Salvador. Entonces vuestra
influencia beneficiará al mundo. Permitid al espíritu de Cristo que
se apodere de vosotros. Esté siempre en vuestros labios la ley de la
bondad. La indulgencia y el altruísmo caracterizan las palabras y las
acciones de quienes nacieron de nuevo para vivir una vida nueva en
Cristo Jesús.
* * * * *
“Ninguno de nosotros vive para sí.” El carácter se manifesta-
rá. Las miradas, el tono de la voz, las acciones, todas estas cosas