Página 135 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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La encarnación
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revelar a los hombres que él llevaría sus enfermedades, sus dolores,
su culpa, no se hizo pecador. Delante de los fariseos podía decir:
“¿Quién de vosotros me convence de pecado?” Ni una mancha de
pecado se hallaba en él. Apareció ante el mundo como el impecable
Cordero de Dios.—
The Youth’s Instructor, 29 de diciembre de 1898
.
El carácter impecable de Cristo perturbaba a Satanás
Cristo, el Redentor del mundo, no estaba situado en un lugar
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en que las influencias que lo rodeaban fueran las mejor calculadas
para preservar una vida de pureza y de moralidad incorrupta, y sin
embargo no fue contaminado. No se vio libre de la tentación. Satanás
se esforzó y perseveró en sus intentos de engañar y vencer, por medio
de sus ardides, al Hijo de Dios.
Cristo es el único que ha caminado en la tierra sobre el cual
no descansó ninguna mancha de pecado. Era puro, sin mancha,
impecable. El hecho de que hubiera alguien sin la contaminación del
pecado sobre la tierra, perturbaba grandemente al autor del pecado,
y éste no ahorró medios para vencer a Cristo con su poder engañoso.
Pero nuestro Salvador dependía de su Padre celestial para recibir
sabiduría y fuerza para resistir y vencer al tentador. El Espíritu de
su Padre celestial animaba y regulaba su vida. Era impecable. La
virtud y la pureza caracterizaron su vida.—
The Youth’s Instructor,
febrero de 1873
.
Nuestra naturaleza humana caída relacionada con la divinidad
de Cristo
Aunque no tenía ninguna mancha de pecado en su carácter,
condescendió en relacionar nuestra naturaleza humana caída con
su divinidad. Al tomar sobre sí mismo la humanidad, honró a la
humanidad. Al tomar nuestra naturaleza caída, mostró lo que ésta
podría llegar a ser si aceptaba la amplia provisión que él había hecho
para ello y llegaba a ser participante de la naturaleza divina.—
Carta
83, 1896
.