Página 137 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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La encarnación
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La obra de Cristo no fue el servicio de un corazón dividido.
Cristo vino no para hacer su propia voluntad sino la voluntad del
que le envió. Jesús dice: “Andad en mis pisadas como hijos, con
toda obediencia. Yo obedezco como si estuviera en sociedad con
la gran firma. Vosotros debéis obedecer como socios con el Hijo
de Dios. A menudo no veréis el sendero claro; entonces pedid a
Dios, y él os dará sabiduría y valor y fe para avanzar, y dejad todos
los problemas con él”. Necesitamos comprender, hasta donde sea
posible, la naturaleza verdaderamente humana de nuestro Señor.
Lo divino y lo humano estaban uniéndose en Cristo, y ambos eran
completos.
Nuestro Salvador asumió la verdadera relación de un ser humano
como el Hijo de Dios. Somos hijos e hijas de Dios. Para saber cómo
comportarnos en forma circunspecta, debemos seguir adonde Cristo
nos indica con su ejemplo. Durante treinta años vivió la vida de un
hombre perfecto, cumpliendo las más altas normas de perfección.
Que el hombre pues, por imperfecto que sea, espere en Dios, y no
diga: “Si yo tuviera una disposición diferente serviría a Dios”; sino
que se presente al Señor para rendir un servicio verdadero... “Esa
naturaleza ha sido redimida por mí [dice Jesús]. ‘A todos los que
le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios’.
Juan 1:12
. Vosotros no estáis degradados, sino
que sois elevados, ennoblecidos, refinados por mí. Podéis encontrar
refugio en mí. Podéis obtener la victoria y ser más que victoriosos
en mi nombre”.—
Carta 69, 1897
.
Satanás declaró que el hombre no podía obedecer la ley de
Dios
El Redentor del mundo pasó por el mismo terreno donde Adán
cayó por haber desobedecido la ley expresa de Jehová; y el unigénito
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Hijo de Dios vino a nuestro mundo como un hombre, para revelar
al mundo que los seres humanos podían guardar la ley de Dios.
Satanás, el ángel caído, había declarado que ningún hombre podía
guardar la ley de Dios después de la desobediencia de Adán. Y él
afirmaba que toda la raza humana estaba bajo su dominio.
El Hijo de Dios se colocó en lugar del pecador, y caminó por
el mismo terreno en donde Adán pecó; y soportó la tentación en el