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Mensajes Selectos Tomo 3
El ha visto y ha reconocido la teoría de la verdad, pero no se
ha familiarizado con la obra especial de santificación por medio
de la verdad. Ha aparecido el yo. Si en la reunión se dice algo
que no está de acuerdo con él, lo refuta, no con amor y humildad,
sino ásperamente, con palabras severas y cortantes. Este lenguaje
fuerte no es propio que lo use ningún cristiano, especialmente uno
que necesita, él mismo, una experiencia mucho mayor, y que tiene
muchos errores que corregir.—
Manuscrito 2, 1869
.
El fruto que produce la verdadera santificación, 1874
—Ud.
ha sostenido ideas con respecto a una santificación y una santidad
que no han sido de la clase verdadera, que no producen frutos de la
debida calidad. La santificación no es una obra externa; no consiste
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en orar y exhortar en las reuniones, sino que se posesiona de la
verdadera vida y modela las palabras y las acciones, transformando
el carácter...
Parece que hay importantes puestos que deben ser llenados por
hombres que estén debidamente santificados, que tengan el espíritu
del Maestro. Y existe la más positiva necesidad de vencer el yo para
que la obra de ellos y su esfuerzo no se eche a perder por los defectos
que hay en su carácter.—
Manuscrito 6, 1874
.
El carácter perfeccionado por Enoc y Elías: 1874
—A partir
de Adán, unas pocas personas de cada generación, resistieron toda
astucia y se mantuvieron como nobles representantes de lo que está
en el poder del hombre hacer y ser: Cristo obrando con los esfuerzos
humanos, ayudando al hombre a vencer el poder de Satanás. Enoc
y Elías son los correctos representantes de lo que la raza podría
ser mediante la fe en Jesucristo, si eligiera serlo. Satanás se veía
grandemente perturbado porque estos hombres nobles y santos se
mantenían inmaculados en medio de la corrupción moral que los
rodeaba, perfeccionando caracteres justos, y fueron contados dignos
de ser trasladados al cielo. Como mantuvieron inquebrantable su
poder moral en noble rectitud, venciendo las tentaciones de Satanás,
éste no pudo colocarlos bajo el dominio de la muerte. El se alegró
de que tuvo el poder de vencer a Moisés con sus tentaciones, y de
que pudiera echar a perder su ilustre carácter e inducirlo al pecado
al arrogarse para sí, ante el pueblo, la gloria que pertenecía a Dios.—
The Review and Herald, 3 de marzo de 1874
.