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Mensajes Selectos Tomo 3
Puede pareceros que sois pecadores y que estáis perdidos; pero
es precisamente por esta razón por la cual necesitáis un Salvador.
Si tenéis pecados que confesar, no perdáis tiempo. Estos momentos
son de oro. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.
1 Juan
1:9
. Los que tienen hambre y sed de justicia serán saciados; porque
Jesús lo ha prometido. ¡Precioso Salvador! Sus brazos están abiertos
para recibirnos, y su gran corazón de amor está esperando para
bendecirnos.—
The Review and Herald, 1 de julio de 1884
.
Falsa santificación, 1885
—Había un hombre, un ministro no
adventista de apellido Brown, a quien Uds. tal vez conozcan
El
afirmaba que era santo. “La idea del arrepentimiento—decía él—
no está en la Biblia”. Y añadía: “Si un hombre viene a mí y dice
que él cree en Jesús, lo llevo directamente a la iglesia, sea que esté
bautizado o no; esto lo he hecho con un buen número. Y no he
cometido un pecado en seis años”.
[173]
“Hay algunos que están en este barco—decía él—, que creen
que somos santificados por guardar la ley. Hay una mujer en este
barco, de nombre White, que enseña esto”.
Escuché esto, y fui a verlo y le dije: “Pastor Brown, espere un
momento. No puedo permitirle esa declaración. La Sra. White nunca
ha dicho tal cosa en ninguno de sus escritos, ni jamás ha hablado
semejante cosa, porque nosotros no creemos que la ley santifique a
nadie.
“Nosotros creemos que debemos guardar esa ley o de otra mane-
ra no seremos salvos en el reino de Dios. El transgresor no puede ser
salvo en el reino de gloria. No es la ley la que santifica a nadie, ni es
la que nos salva; pero esa ley está en pie y proclama: ‘Arrepentíos
para que vuestros pecados sean borrados’. Y entonces el pecador
va a Jesús; y cuando el pecador promete que obedecerá los requeri-
mientos de la ley, el Señor borra las manchas de su culpa y lo libera,
y le da poder para con Dios”—
Manuscrito 5, 1885
.
La libertad para violar los mandamientos es un engaño,
1886
—Oiréis el clamor: “Sólo cree”. Satanás creía y temblaba.
Debemos tener una fe que obre por amor y purifique el corazón. Pre-
valece la idea de que Cristo lo ha hecho todo en nuestro favor, que
podemos caminar violando los mandamientos y que no se nos culpa-
rá por ello. Este es el mayor engaño que haya inventado el enemigo.