Página 179 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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Elena G. de White informa acerca del congreso de Mineápolis
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en ningún período anterior en mi historia. Parece que Satanás ha
tenido poder para obstaculizar mi obra en un grado asombroso, pero
tiemblo al pensar en lo que habría sido la reunión si no hubiéramos
estado aquí. Dios habría obrado de alguna manera para impedir estc
espíritu que se trajo a la reunión, ejerciendo un poder dominante.
Pero no estamos desanimados en lo más mínimo. Confiamos en el
Señor Dios de Israel. La verdad triunfará, y queremos triunfar con
ella.
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Pensamos en todos vosotros en casa y nos gustaría estar con
vosotros, pero nuestros deseos no deben ser consultados. El Se-
ñor es nuestro Dirigente. Que él dirija nuestra marcha, y nosotros
seguiremos por donde él nos guíe.—
Carta 82, 1888
.
Dos extractos de sermones de Mineápoli
Lo que deseamos presentar ahora es: Cómo podéis avanzar en la
vida divina. Oímos muchas excusas: No puedo vivir de tal manera
que alcance esto o lo otro.
¿Qué queréis decir con esto o lo otro? ¿Queréis decir que fue un
sacrificio imperfecto el que fue hecho en el Calvario por la raza caída,
que no se nos concede suficiente gracia y poder para sobreponernos
a nuestros defectos y tendencias naturales, y que no fue un Salvador
completo el que nos fue dado?
¿O queréis reprochar a Dios? Bien, decís: “fue el pecado de
Adán”. Decís: “yo no soy culpable de eso”; y además: “yo no soy
responsable por su culpa y su caída. Tengo todas estas tendencias
naturales en mí, y no debe culpárseme si las revelo”. Entonces, ¿a
quién hay que culpar?, ¿a Dios?
¿Por qué le permitió Dios a Satanás tener este poder sobre la
naturaleza humana? Estas son acusaciones contra el Dios del cielo, y
él os dará una oportunidad, si la queréis, de traer finalmente vuestras
acusaciones contra él. Entonces él traerá sus acusaciones contra
vosotros cuando estéis ante su corte de justicia.—
Manuscrito 8,
1888
(sábado 20 de octubre, 1888)
Si Dios hubiera podido cambiar su ley para encontrarse con el
hombre en su condición caída, Cristo no habría necesitado venir a
este mundo. Pero como la ley era [y es] inmutable, imposible de
cambiar, Dios envió a su Hijo unigénito para morir por la raza caída.