Página 196 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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Mensajes Selectos Tomo 3
él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de
toda maldad”.
1 Juan 1:7, 9
.
Pero supongamos que pecamos después de haber sido perdona-
dos, después que hemos llegado a ser hijos de Dios. ¿Necesitamos
en este caso desesperarnos? No, pues Juan escribe: “Hijitos míos,
estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pe-
cado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el Justo”.
1
Juan 2:1
. Jesús está en las cortes del cielo intercediendo por noso-
tros ante el Padre. El presenta nuestras oraciones mezclando con
ellas el incienso precioso de sus propios méritos, para que nuestras
oraciones sean aceptables al Padre. El pone fragancia en nuestras
oraciones y el Padre nos escucha porque pedimos precisamente lo
que necesitamos, y llegamos a ser para otros sabor de vida para vida.
Jesús vino a sufrir en nuestro favor, para poder impartirnos su
justicia. Hay para nosotros una sola vía de escape, y ésta consiste en
llegar a ser participantes de la naturaleza divina.
Pero muchos dicen que Jesús no era como nosotros, que no era
como nosotros en el mundo, que él era divino, y que nosotros no
podemos vencer como él venció. Pero Pablo escribe: “Porque cier-
tamente [Cristo] no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la
descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a
sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote
en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues
en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para soco-
rrer a los que son tentados”.
Hebreos 2:16-18
. “Porque no tenemos
un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debili-
dades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza,
pero sin pecado”.
Hebreos 4:15-16
. Jesús dice: “Al que venciere, le
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daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y
me he sentado con mi Padre en su trono”.
Apocalipsis 3:21
.
Jesús rodeó a la raza [humana] con su humanidad, y unió la
divinidad con la humanidad; así se le comunicó al ser humano poder
moral por medio de los méritos de Jesús. Los que llevan su nombre
deben santificarse a sí mismos por su gracia, para poder ejercer
una influencia santificadora sobre todos aquellos con quienes se
asocian.—
The Review and Herald, 1 de marzo de 1892
.
No hay tiempo para cruzarse de brazos: 1892
—Cuando lle-
gamos a sentir nuestra completa dependencia de Cristo para la salva-