Principios generales orientadores
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mal moral. Dios se propone que tengamos mucho más de cielo en
nuestras familias de lo que tenemos.
Escenas placenteras y una obra interesante
—Desde sus más
tiernos años los niños aprenden cosas, y si se mantienen delante de
ellos escenas agradables en el hogar, llegarán a familiarizarse con la
cortesía, la bondad y el amor cristianos. Sus mentes se forman con lo
que ven y lo que oyen, y los padres están sembrando la semilla que
producirá una cosecha para la felicidad o la desgracia. Si los padres
son sólo cristianos de nombre, si no son hacedores de la Palabra,
están colocando sobre sus hijos su propia escritura, y no la escritura
de Dios. Los niños anhelan algo que impresione sus mentes. Padres,
por amor a Cristo, dad a sus almas sedientas y hambrientas algo con
lo cual alimentarse.
Los niños son por naturaleza activos, y si los padres no les propor-
cionan algo para ocuparlos, Satanás inventará algo para mantenerlos
atareados en alguna obra mala. Por lo tanto, educad a vuestros hi-
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jos para que hagan trabajo útil. Podéis revestir todo trabajo de una
dignidad que lo convierta en algo provechoso y elevador.
Introducid placer en vuestra relación con vuestros hijos
—
No creáis que tenéis el deber de hacer de la vida de vuestros hijos
algo no placentero. Lo desagradable vendrá muy pronto. Poned todo
el placer posible en vuestras actividades como maestros y educado-
res de vuestros hijos. Animadlos a que hagan de vosotros vuestros
compañeros. Con toda seguridad encontraréis impulsos pecamino-
sos, inclinaciones malsanas y hábitos objetables en vuestros hijos;
pero si los animáis a buscar la asociación con vosotros, podréis dar el
molde debido a sus gustos y sentimientos y eliminar el descontento,
el pesar y la rebelión. Venced su orgullo viviendo delante de ellos
un ejemplo de mansedumbre y humildad de corazón.
Necesitamos eliminar de nuestra conversación todo lo que es
duro y condenatorio. Cuando nos vistamos de Cristo, con manse-
dumbre y humildad de corazón, representaremos a Cristo en todo
nuestro trato con nuestros hijos. A todos los que trabajan en la
obra de Cristo para la salvación de las almas, el Salvador les dice:
“Sois colaboradores de Dios... sois labranza de Dios, edificio de
Dios”.—
Manuscrito 143, 1899
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