Página 245 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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La indumentaria y el adorno
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La Palabra de Dios es clara. Sus enseñanzas no pueden ser mal
entendidas. ¿Las obedeceremos, tal como el Señor nos las ha da-
do, o trataremos de ver cuán lejos podemos apartarnos y todavía
ser salvos? ¡Ojalá que todos los que están relacionados con nues-
tras instituciones recibieran y siguieran la luz divina, y así fueran
capacitados para transmitir luz a aquellos que andan en tinieblas!
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La conformidad con el mundo es un pecado que está minando
la espiritualidad de nuestro pueblo, e interfiriendo seriamente con
su utilidad. Es en vano proclamar el mensaje de amonestación al
mundo, mientras lo negamos en las transacciones de la vida diaria.—
The Review and Herald, 28 de marzo de 1882
.
“El yo, el yo, el yo, debe ser servido”
Los que usan pulseras y ornamentos de oro harían mejor en
quitarse esos ídolos de sus personas y venderlos, aunque sea por
menos de lo que han pagado por ellos, y así practicar la abnegación.
El tiempo es demasiado corto para adornar el cuerpo con oro o
plata o ropas costosas. Sé que puede hacerse una buena obra en
este respecto. Jesús, el Comandante de las cortes del cielo, dejó a
un lado su corona de realeza y su manto regio, y descendió de su
trono de monarca; y revistió su divinidad con las vestimentas de la
humanidad, y por nuestra causa llegó a ser pobre, a fin de que por su
pobreza nosotros llegáramos a poseer riquezas eternas. Sin embargo,
precisamente aquellos por quienes Cristo ha hecho todo lo que es
posible hacer para salvar a las almas que perecen de la ruina eterna,
sienten tan poca disposición a negarse cualquier cosa que tengan
dinero para comprar.
El Señor viene pronto, y trae con él su recompensa para dar a
cada uno según su obra. Trato de presentar delante del pueblo la
verdad de que estamos manejando el dinero del Señor para llevar
a cabo la obra más importante que pueda hacerse. Los hijos de
Dios pueden, individualmente, mediante la negación del yo, hacer
mucho más; y si todos hicieran un poco, los pequeños riachuelos
constituirán una corriente grande que fluirá hacia el cielo.
Es cierto que es difícil para todos admitir esta situación. El yo,
el yo, el yo, debe ser servido y glorificado; y cuán difícil es para
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todos convertirse en colaboradores con Dios. ¡Ojalá que un espíritu