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Mensajes Selectos Tomo 3
Escritos sobre salud del 16 de junio, día de la visió
Vi que ahora debemos tener especial cuidado de la salud que
Dios nos ha dado, pues nuestra obra no está terminada todavía. Nues-
tro testimonio debe ser dado y debe tener influencia. Vi que yo había
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invertido demasiado tiempo y esfuerzo en coser y atender las visitas.
Vi que los cuidados de la casa deben ser puestos a un lado. La prepa-
ración de la indumentaria es una trampa; otros pueden hacerlo. Dios
no me ha dado fuerza para tal trabajo. Debemos preservar nuestra
fuerza para trabajar por su causa, y presentar nuestro testimonio
cuando éste se necesite. Vi que debemos ser cuidadosos con nuestra
fuerza, y no tomar sobre nosotros cargas que otros pueden y deben
llevar.
Vi que debemos cultivar una disposición mental alegre, esperan-
zada y pacífica, pues nuestra salud depende de eso. Vi que todos
tenían el deber de cuidar su salud, pero que nosotros debemos pres-
tarle una atención especial y tomarnos el tiempo necesario para
dedicarlo a nuestra salud, a fin de que, en cierto grado, podamos
recuperarnos de los daños que resultan de sobrecargar y abrumar
la mente. La obra de Dios exige que no nos despreocupemos del
cuidado de nuestra salud. Cuanto más perfecta sea nuestra salud,
más perfecto será nuestro trabajo.
El observar y enseñar los principios de la reforma pro sa-
lud
—Vi que cuando abusamos de nuestras fuerzas, trabajamos en
exceso y nos cansamos mucho, contraemos resfríos, y en esas oca-
siones estamos en peligro de que las enfermedades tomen un giro
peligroso. No debemos dejarle a Dios el cuidado de nosotros para
que él vigile y cuide lo que nos ha dejado a nosotros para que vigi-
lemos y cuidemos. No es seguro ni agrada a Dios que se violen las
leyes de la salud, y pedirle entonces que cuide nuestra salud y nos
preserve de la enfermedad, cuando estamos viviendo contrariamente
a nuestras oraciones.
Vi que era un deber sagrado atender nuestra salud, y despertar a
otros ante su deber en este sentido, pero no cargar nosotros con la
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preocupación de su caso. Sin embargo tenemos el deber de hablar, de
oponernos a la intemperancia en todas sus formas—intemperancia
en el trabajo, en el comer, en el beber, intemperancia en el consumo
de drogas—, y entonces señalarles la gran medicina de Dios: el