Capítulo 35—Enseñando la reforma pro salud en la
familia
Los padres deben ser consecuentes delante de sus hijos a la
hora de comer
La obra que nos toca hacer ahora es muy solemne y ferviente. No
podemos evadirla. Existe la mayor necesidad de educación en más
de un sentido. Una gran necesidad que ambos de vosotros tenéis, es
sentir que debéis estar bajo la supervisión de Dios. Sois su propiedad.
Vuestros hijos son [también] su propiedad para ser preparados como
los miembros más jóvenes de la familia de Dios, para que no se
consideren especialmente complacidos en algún capricho en tanto
que se les niega otro. Si vosotros fuerais observadores del mismo
plan de disciplina que veis que otros siguen en su trato con sus hijos,
los criticaríais severamente.
Y de nuevo: no os complazcáis cuando os sentéis a la mesa
provista de una gran variedad de alimentos, y como os gustan estas
cosas las comáis a la vista de vuestros hijos, mientras les decís a
ellos: “No, vosotros no podéis serviros de esto, porque os hace mal”,
mientras vosotros coméis abundantemente de las mismas cosas que
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les prohibís a ellos que toquen. Vuestra disciplina en este respecto
necesita reforma, y a ésta debe aplicarse el principio de la práctica.
Es una crueldad que vosotros os sentéis a tomar una tercera
comida, y a tener la satisfacción de platicar y gozar, en tanto que
obligáis a vuestros hijos a sentarse a un lado y a no comer nada,
pensando que esto representa una excelente disciplina bajo la cual
están vuestros hijos, a saber: permitirles que os vean comer y que
no se rebelen contra vuestra autoridad. Ellos se rebelan. Ahora son
jóvenes, pero el continuar este tipo de disciplina echará a perder
vuestra autoridad.
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