Capítulo 38—La ciencia y la revelación
“Dice el necio en su corazón: No hay Dios”.
Salmos 14:1
. Los
intelectos más poderosos de la tierra no pueden comprender a Dios.
Si él se revela de alguna manera a los hombres, lo hace velándose
en el misterio. Sus caminos están más allá de toda investigación.
Los hombres deben estar siempre buscando, siempre aprendiendo;
y sin embargo hay una infinidad más allá. Si los hombres pudieran
comprender plenamente los propósitos, la sabiduría, el amor y el
carácter de Dios, ya no creerían en él como un ser infinito, ni le
confiarían los intereses de sus almas. Si alcanzaran un conocimiento
pleno del Ser supremo, él ya no seguiría siendo supremo.
Hay hombres que piensan que han hecho admirables descu-
brimientos científicos. Citan las opiniones de los sabios conside-
rándolos infalibles, y enseñan como verdades incontrovertibles las
deducciones de la ciencia; y la Palabra de Dios, que es dada como
una lámpara para los pies del cansado viajero del mundo, se juzga
según esta norma y se considera como deficiente.
La investigación científica en la cual estos hombres se han ocupa-
do ha resultado ser una trampa para ellos. Ha oscurecido sus mentes,
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y se han desviado hacia el escepticismo. Tienen conciencia de cierto
poder, y en lugar de buscar en la fuente de toda sabiduría triunfan en
la superficialidad del conocimiento que han obtenido. Han exaltado
su sabiduría humana oponiéndola a la sabiduría del Dios grande
y poderoso, y se han atrevido a entrar en controversia con él. La
Palabra inspirada los declara “necios”.
El fruto del escepticismo
Dios ha permitido que un torrente de luz inunde al mundo con
descubrimientos científicos y artísticos; pero cuando hombres lla-
mados científicos pronuncian discursos y hablan sobre estos temas
desde un punto de vista puramente humano, con toda seguridad que
llegan a conclusiones erróneas. Las mentes más desarrolladas, si
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