Página 310 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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Mensajes Selectos Tomo 3
pretenden ser hijos de Dios. Se esfuerzan mucho en la educación
de sus hijos, para hacerlos bondadosos, corteses, desprendidos, y
para enseñarles a obedecer, y en esto los incrédulos muestran mayor
sabiduría que los padres que poseen la gran luz de la verdad, pero
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cuyas obras no corresponden en forma alguna con su fe.
¿Habrá un número definido?
—Otro asunto sobre el cual con-
versamos un poco fue el de los elegidos de Dios, de que Dios tendría
un número definido, y cuando ese número estuviera completo ter-
minaría el tiempo de gracia. Ni Ud. ni yo tenemos derecho a hablar
sobre estas cuestiones. El Señor Jesús recibirá a todos los que vienen
a él. El murió por los impíos, y toda persona que quiera, puede ir a
él.
El hombre debe cumplir con ciertas condiciones, y si rehúsa
cumplirlas, no podrá formar parte de los elegidos de Dios. Si cumple,
es un hijo de Dios, y Cristo dice que si continúa siendo fiel, firme
e inconmovible en su obediencia, no borrará su nombre del libro
de la vida, sino que confesará su nombre delante de su Padre y de
sus ángeles. Dios quiere que pensemos y hablemos y presentemos
a los demás estas verdades que son ampliamente reveladas, pero
nadie tiene nada que hacer con estos otros asuntos o especulaciones,
porque no tienen ninguna relación con la salvación de nuestras
almas.—
Manuscrito 26, 1885
.
¿Se reconocerán mutuamente los resucitados?
El mayor don de Dios es Cristo, cuya vida es nuestra, pues
fue dada por nosotros. El murió por nosotros y fue resucitado por
nosotros, para que nosotros nos levantemos de la tumba para estar en
la gloriosa compañía de los ángeles del cielo, para encontrarnos con
nuestros amados y para reconocer sus rostros, porque la semejanza
a Cristo no destruye la propia imagen de los redimidos, sino que la
transforma a la gloriosa imagen del Salvador. Cada santo que tenga
aquí relaciones de familia reconocerá a cada uno allá.
Cuando estemos redimidos, la Biblia se entenderá en un sentido
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más elevado, más amplio y más claro de lo que se entiende ahora. Se
quitará el velo que separa la mortalidad de la inmortalidad. Veremos
su rostro.—
Carta 79, 1898
.
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