Página 347 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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La impecabilidad y la salvación
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Necesitamos ser refinados, limpiados de toda mundanalidad,
hasta que reflejemos la imagen de nuestro Salvador y lleguemos
a ser “participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la
corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”.
2 Pedro 1:4
. Entonces nos deleitaremos en hacer la voluntad de
Dios, y Cristo podrá presentarnos ante el Padre y ante los santos
ángeles como aquellos que permanecen en él, y no se avergonzará
de llamarnos sus hermanos.
Pero no nos jactemos de nuestra santidad. Al tener una visión
más clara del inmaculado carácter de Cristo y de su infinita pureza,
nos sentiremos como Daniel cuando contempló la gloria del Señor,
y dijo: “Mi fuerza se cambió en desfallecimiento”.
Daniel 10:8
.
[406]
No podremos decir: “Yo soy impecable”, hasta que este cuerpo
vil sea transformado a la semejanza de su cuerpo glorioso. Pero
si constantemente tratamos de seguir a Jesús, tenemos la bendita
esperanza de estar en pie delante del trono de Dios, sin mancha ni
arruga ni cosa semejante; completos en Cristo, vestidos con el manto
de su justicia y perfección.—
The Signs of the Times, 23 de marzo
de 1888
.
Cuando termine el conflicto
Cuando vengan los tiempos del refrigerio de la presencia del
Señor, los pecados del hombre arrepentido, que ha recibido la gracia
de Cristo y ha vencido por la sangre del Cordero, serán quitados de
los registros celestiales y colocados sobre Satanás, el macho cabrío,
originador del pecado, y no serán recordados nunca más contra él...
Cuando termine el conflicto de la vida, cuando la armadura sea colo-
cada a los pies de Jesús, cuando los santos de Dios sean glorificados,
entonces, y sólo entonces, será seguro afirmar que somos salvos y
sin pecado.—
The Signs of the Times, 16 de mayo de 1895
.
Seguridad de la salvación ahora
El pecador que perece puede decir: “Soy un pecador perdido;
pero Cristo vino a buscar y salvar lo que se había perdido. El dice:
‘no he venido a llamar a justos, sino a pecadores’.
Marcos 2:17
. Soy
pecador, pero Cristo murió en la cruz del Calvario para salvarme.