Página 363 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

Basic HTML Version

El caso de los Hnos. Mackin
359
con la sólida Palabra de Dios; y cuando ellos reciban esa Palabra, el
Espíritu Santo puede venir; pero siempre viene, como lo dije antes,
en una forma que se recomienda a sí mismo al juicio de la gente.
En nuestra forma de hablar, de cantar, y en todos nuestros ejercicios
espirituales, debemos revelar esa calma, dignidad y piadoso temor
que mueve a todo verdadero hijo de Dios.
Peligros que amenazan ahora
—Hay constante peligro de per-
mitir que algo llegue a nuestro medio y que lo consideremos como
la obra del Espíritu Santo, pero que en realidad sea el fruto de un
espíritu de fanatismo. Mientras permitamos al enemigo de la verdad
que nos induzca a un método equivocado, no podremos esperar que
alcanzaremos a los honestos de corazón con el mensaje del tercer
ángel. Debemos ser santificados por medio de la obediencia a la
verdad.
Tengo miedo de cualquier cosa que tenga la tendencia de desviar
[426]
la mente de las sólidas evidencias de la verdad como ésta se revela
en la Palabra de Dios. Lo temo; lo temo. Debemos colocar nuestras
mentes dentro de los límites de la razón, para que el enemigo no en-
tre de tal manera que introduzca el desorden en todas las cosas. Hay
personas de temperamento excitable que son conducidas fácilmente
al fanatismo; y si permitiéramos que entre en nuestras iglesias cual-
quier cosa que conduzca a tales personas al error, pronto veríamos
estos errores llevados a grandes extremos; y entonces, debido a la
conducta de estos elementos desordenados, descansaría una afrenta
sobre todo el cuerpo de los adventistas del séptimo día.
He estado estudiando cómo dar a publicidad de nuevo por la
prensa, algunas de estas primeras experiencias, de manera que un
mayor número de nuestro pueblo esté informado; porque por mucho
tiempo he sabido que el fanatismo se manifestará de nuevo en dife-
rentes formas. Debemos fortalecer nuestra posición extendiéndonos
en la Palabra, y evitando todas las rarezas y extrañas genuflexiones
que algunos captarían muy pronto y practicarían. Si permitiéramos
que la confusión entrara en nuestras filas, no podríamos organi-
zar nuestra obra como debiéramos. Estamos tratando de unirla y
organizarla ahora de la mejor forma posible.
Pensé que debía relatarle estas cosas a Ud.
R. Mackin:
Bueno, lo que Ud. ha declarado no corresponde
con nuestra experiencia. Nosotros hemos sido muy cuidadosos en