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Mensajes Selectos Tomo 3
esperar en nuestro Señor. Jesús será un refugio siempre presente en
todo tiempo de necesidad.—
Carta 11a, 1884
.
Preguntáis con respecto a la conducta que debe seguirse para
asegurar los derechos de nuestro pueblo a adorar de acuerdo con los
dictados de su conciencia. Esta ha sido una carga que he tenido sobre
mi alma por algún tiempo, [pues me preguntaba] si se produciría una
negación de nuestra fe, y habría evidencias de que nuestra confianza
no estaba plenamente en Dios. Pero recuerdo muchas cosas que
Dios me ha mostrado en lo pasado en cuanto a situaciones de una
naturaleza similar, como la conscripción [durante la guerra civil
norteamericana] y otras cosas. Puedo hablar en el temor de Dios:
es correcto que utilicemos todo el poder que esté a nuestro alcance
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para aliviar la presión que ha de ponerse sobre nuestro pueblo...
No debemos provocar a aquellos que han aceptado el falso día
de descanso, una institución del papado, en lugar del santo sábado
de Dios. Su falta de argumentos bíblicos a su favor los encoleriza
más, y los hace más determinados a suplir con el poder de su fuerza
los argumentos que faltan en la Palabra de Dios. La fuerza de la
persecución sigue los pasos del dragón; por lo tanto, debe ejercerse
gran cuidado para no causar ninguna provocación. Y de nuevo:
limpiemos como pueblo el campamento de toda contaminación
moral y pecados agravantes...
Toda la prudencia del mundo no puede salvarnos de un zarandeo
terrible, y todos los esfuerzos hechos ante las altas autoridades no
nos librará del azote de Dios, sencillamente porque el pecado es
acariciado. Si como pueblo no nos mantenemos en la fe, y defen-
demos no sólo con la pluma y la voz los mandamientos de Dios,
sino que los observamos—cada uno de ellos—, no violando un solo
precepto conscientemente, entonces la debilidad y la ruina vendrán
sobre nosotros...
Las apelaciones no valdrán sin la obra del Espíritu Santo
—
Todo el esfuerzo empeñado para apelar ante las más altas autoridades
de nuestro país, por fervientes, y fuertes, y elocuentes que sean los
alegatos en nuestro favor, no producirá lo que deseamos, a menos
que el Señor obre por medio de su Espíritu Santo en los corazones
de los que afirman que creen en la verdad. Podemos luchar como
un hombre fuerte al nadar contra la corriente del Niágara, pero
fracasaremos a menos que el Señor intervenga en nuestro favor. Dios