Página 413 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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La última gran lucha
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desesperada; y todo el mundo estará de un lado o del otro del asunto
en litigio.
Tendrá lugar la batalla del Armagedón, y ese día no debe encon-
trar a ninguno de nosotros durmiendo. Debiéramos estar completa-
mente despiertos, como vírgenes prudentes que tenemos aceite en
nuestras vasijas y en nuestra lámparas. El poder del Espíritu Santo
debe estar sobre nosotros, y el Capitán de las huestes del Señor estará
a la cabeza de los ángeles del cielo para dirigir la batalla. Solemnes
eventos ocurrirán en el futuro. Sonará una trompeta tras otra; una
copa tras otra serán volcadas en forma sucesiva sobre los habitantes
de la tierra. Escenas de enorme interés están casi sobre nosotros,
y estas cosas serán indicaciones seguras de la presencia de Aquel
que ha dirigido en todo movimiento agresivo, que ha acompañado
la marcha de su causa a través de todos los siglos, y que ha prome-
tido bondadosamente estar en persona con su pueblo en todos sus
conflictos hasta el fin del mundo. El defenderá su verdad. El hará
que ésta triunfe. El está listo para suplir a sus fieles de motivos y
poder de propósito, inspirándoles esperanza y valor en la creciente
actividad cuando el tiempo esté muy cercano.
Una fiera lucha final
—Los engaños, las falsedades, las impos-
turas aumentarán. Desde todas partes llegarán clamores de: “Yo soy
el Cristo”, y: “El tiempo está cerca”; pero Cristo dijo: “No vayáis
en pos de ellos”.
Lucas 21:8
. Habrá una fiera lucha antes de que se
revele a este mundo el hombre de pecado, quién es y cuál ha sido su
obra.
Mientras que el mundo protestante se va haciendo más benigno
y afectuoso con el hombre de pecado (
2 Tesalonicenses 2:3
), ¿no
ocupará el pueblo de Dios su lugar como ejército aguerrido y valiente
de Jesucristo para hacer frente al conflicto que debe venir, mientras
los hijos del Todopoderoso escondan sus vidas con Cristo en Dios?
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La Babilonia mística no se ha abstenido de la sangre de los santos,
¿y no estaremos completamente despiertos y alerta para atesorar los
rayos luminosos que han estado resplandeciendo de la luz del ángel
que ha de iluminar la tierra con su gloria?—
Carta 112, 1890
.