Página 59 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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La presentación de un mensaje divinamente revelado
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pues cualquier error que haga, cualquier descuido que revele en
ejercer un discernimiento profundo de su parte puede acortar la
existencia de los que podrían vivir. Este peligro podría disminuir si
el médico tuviera más comprensión de cómo tratar a los enfermos”.
Nunca le he escrito de esto a Ud., pero lo he presentado todo de
una manera general, sin aplicarlo a su caso. Ahora siento que Ud.
debe saber estas cosas, y que las instrucciones que han sido dadas
a los obreros del sanatorio en algunos casos se referían a Ud. Le
digo con espíritu de amor por su alma y con un interés en su éxito
como médico, que deberá beber más profundamente en la fuente
del conocimiento, antes de estar preparado para ser el primero o el
único en una institución para tratar a los enfermos.—
Carta 7, 1887
.
Un caso no mitigado
—En la última visión que me fue dada su
caso fue presentado delante de mí... Según me ha sido mostrado, Ud.
es un transgresor del séptimo mandamiento. ¿Cómo puede entonces
su mente estar en armonía con la preciosa Palabra de Dios, [con las]
verdades que lo condenan a cada momento? Si hubiera sido seducido
sin pensarlo, hacia este desatino, habría sido más excusable; pero
este no es el caso. Ud. fue advertido. Ud. recibió reprobaciones y
consejos...
Mi alma se conmueve dentro de mí... No mitigaré su caso. Ud.
se encuentra en un estado terrible y debe ser enteramente transfor-
mado.—
Carta 52, 1876
.
No siempre había una visión especial
—Escribo esto porque
no me atrevo a dejar de hacerlo. Ud. está lejos de hacer la voluntad
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de Dios, lejos de Jesús, lejos del cielo. No me admiro de que Dios
no haya bendecido sus tareas. Ud. puede decir: “Dios no le ha dado
a la Hna. White una visión sobre mi caso. ¿Por qué, entonces, ella
me escribe?”
He visto los casos de otros que, como Ud., están descuidando
sus deberes. He visto muchas cosas en su caso y en su experiencia
pasada. Y cuando entro en el hogar de una familia y veo que se sigue
una conducta que Dios ha reprobado y condenado, me angustio, sea
que me hayan sido mostrados pecados especiales o sea que haya
visto los pecados de otro que ha descuidado deberes similares. Sé
de qué hablo. Siento profundamente el asunto. Digo, entonces, por
causa de Cristo: apresúrese a venir al terreno adecuado, y prepárese
para la batalla.—
Carta 52, 1886
.