Capítulo 10—Una mensajera inspirada
Relato de experiencias ocurridas como mensajera de Dios
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Durante medio siglo he sido la mensajera del Señor, y mientras
siga viviendo seguiré llevando los mensajes que Dios me dé para
su pueblo. No me atribuyo ninguna gloria a mí misma. En mi ju-
ventud el Señor me hizo su mensajera, para comunicar a su pueblo
testimonios de ánimo, de advertencia, de reproche. Durante sesenta
años he estado en comunicación con los mensajeros celestiales y
aprendiendo constantemente con referencia a las cosas divinas, y
con respecto a la manera en que Dios está trabajando continuamente
para sacar a las almas del error de sus caminos y traerlas a la luz de
Dios.
Muchas almas han sido ayudadas porque han creído que los
mensajes que me fueron dados eran enviados como una muestra de
misericordia hacia los errantes. Cuando he visto a los que necesi-
taban una fase diferente de la experiencia cristiana, se los he dicho
para su bien presente y eterno. Y mientras siga viviendo haré mi
obra fielmente, ya sea que los hombres y mujeres presten atención y
reciban y obedezcan, o hagan lo contrario. Mi obra me fue asignada
claramente, y recibiré gracia para ser obediente.
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Amo a Dios. Amo a Cristo Jesús, el Hijo de Dios, y siento un
intenso interés en toda alma que pretende ser un hijo de Dios. Estoy
determinada a ser un mayordomo fiel mientras el Señor me dé vida.
No fallaré ni me desanimaré.
Pero durante meses mi alma ha estado pasando por una intensa
agonía debido a los que han recibido los sofismas de Satanás y están
comunicándolos a otros
haciendo toda interpretación concebible
y en variadas formas, para destruir la confianza en el mensaje del
Evangelio para esta última generación y en la obra especial que Dios
me ha dado para hacer. Yo sé que el Señor me ha dado esta obra, y
no necesito presentar ninguna excusa por lo que he hecho.
En mi experiencia estoy recibiendo constantemente evidencia
del poder sostenedor y obrador de milagros de Dios sobre mi cuerpo
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