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Mensajes Selectos Tomo 3
y mi alma, los cuales he dedicado al Señor. No me pertenezco a mí
misma; he sido comprada por precio y tengo tal seguridad de que el
Señor está obrando en mi favor, que debo reconocer su abundante
gracia...
¿Por qué tengo que quejarme? El Señor me ha levantado tantas
veces de la enfermedad, me ha sostenido tan maravillosamente, que
nunca podré dudar. Tengo tantas evidencias inconfundibles de sus
bendiciones especiales, que no abrigo ninguna posibilidad de dudar.
El me da libertad para presentar su verdad ante gran número de
personas. No sólo me es concedida una ayuda especial mientras
estoy delante de las grandes congregaciones, sino que cuando estoy
usando la pluma me son dadas presentaciones maravillosas del
pasado, del presente y del futuro.—
Carta 86, 1906
.
Me han sido dadas lengua y expresión
—De toda las preciosas
seguridades que Dios me ha dado con respecto a mi obra, ninguna
ha sido más preciosa para mí que ésta: que él me daría lengua y
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expresión donde quiera que yo fuera. En lugares donde había la ma-
yor oposición, toda lengua fue silenciada. He presentado el mensaje
sencillo en forma oral a nuestro propio pueblo y a la multitud, y mis
palabras han sido aceptadas como procedentes del Señor.—
Carta
84, 1909
.
El mensaje de Elena G. de White ha sido consecuente a tra-
vés de los años
—Muchos ciudadanos de Battle Creek asistieron a
la reunión del domingo por la tarde. Prestaron la mejor atención. En
esa reunión tuve la oportunidad de declarar decididamente que mis
puntos de vista no han cambiado. La bendición del Señor descansó
sobre muchos de aquellos que oyeron las palabras. Dije: “Estaréis
ansiosos de saber lo que la Sra. White cree. La habéis oído hablar
muchas veces... Ella tiene que prestar al Maestro el mismo servicio
que cuando se dirigió al pueblo de Battle Creek hace años. Recibe
lecciones del mismo Instructor. Las directivas que le fueron dadas
son éstas: ‘Recibe los mensajes que te doy, para que el pueblo pue-
da tenerlos’. Los mensajes han sido escritos como Dios me los ha
dado”.—
Carta 39, 1905
.
La confianza de E. G. de White en la fuente divina de su
revelación
—¡Qué batalla estoy obligada a librar! Mis hermanos
parecen juzgar que tomo una posición que no es necesaria. Ellos no
ven que Dios en su propia sabiduría me ha hecho revelaciones que no