Página 123 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Trabajo entre las iglesias
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Debemos soportar esto y evitar la necesidad de arrancar la cizaña,
no sea que el trigo sea desarraigado también.
“En el mundo tendréis aflicción” (
Juan 16:33
), dice Cristo, pero
en mí tendréis paz. Las pruebas a las cuales son sometidos los
cristianos en la tristeza, la adversidad y el oprobio, son los medios
designados por Dios para separar el tamo del trigo. Nuestro orgullo,
egoísmo, malas pasiones y amor de los placeres mundanales, deben
ser todos vencidos; por lo tanto Dios nos manda aflicciones para
probarnos, y mostrarnos que existen estos males en nuestro carácter.
Debemos vencer por su fuerza y por su gracia, a fin de participar de
la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está en
el mundo por la concupiscencia. “Porque esta leve y momentánea
tribulación -dice Pablo-, produce una eterna gloria, que supera toda
comparación. Así, fijamos nuestros ojos, no en lo que se ve, sino en
lo que no se ve. Porque lo que se ve es temporal, pero lo que no se
ve es eterno”
2 Corintios 4:17, 18 (NRV)
. Las aflicciones, las cruces,
las tentaciones, la adversidad y nuestras variadas pruebas, son los
medios que emplea Dios para refinarnos, santificarnos y hacernos
dignos de su alfolí celestial.
El daño hecho a la causa de Dios por las acciones prematuras
no puede nunca repararse plenamente. La causa de Dios no ha pro-
gresado como habría podido hacerlo, y no es apreciada por la gente
como antes que se hiciera esa obra. Con frecuencia, hay entre noso-
tros personas cuya influencia parece ser simplemente un cero a la
izquierda; su vida parece inútil; pero si se les permite que se vuelvan
rebeldes y combativas, se truecan en celosos obreros de Satanás. Es-
ta obra está más de acuerdo con los sentimientos del corazón natural.
Es muy necesario el examen propio y la oración secreta. Dios ha
prometido sabiduría a quienes se la pidan. A menudo emprenden
la labor misionera quienes no están preparados para ella. Cultivan
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un celo exterior mientras descuidan la oración secreta. Cuando tal
es el caso, se causa mucho daño, pues estos obreros procuran regir
las conciencias de otros por sus propias normas. Necesitan mucho
dominio propio. Las palabras apresuradas despiertan contienda. El
hermano S corre el peligro de ceder a un espíritu de crítica mordaz.
Esto no cuadra en los ministros de justicia.
Hermano S, usted tiene mucho que aprender. Se ha sentido incli-
nado a echar la culpa de sus fracasos y desalientos sobre el hermano