Página 122 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
en la iglesia dificultades que, si se las dejara en paz, con frecuen-
cia se solucionarían solas. Es una conducta equivocada intervenir
prematuramente en cualquier iglesia. Debemos ejercer el mayor
cuidado, paciencia y dominio propio para soportar estas cosas, y
no dedicarnos a ponerlas en orden, trabajando con nuestro propio
espíritu.
La obra hecha fue prematura, y ocasionó una separación inopor-
tuna en esa pequeña iglesia. Si los siervos de Dios pudieran haber
sentido la fuerza de la lección que dio nuestro Salvador en la parábo-
la del trigo y la cizaña, no habrían iniciado la obra que emprendieron.
Antes que se den pasos que hayan de brindar aun a los más indignos
la menor ocasión de quejarse por verse separados de la iglesia, el
asunto debe ser hecho siempre objeto de la más cuidadosa consi-
deración y ferviente oración. Se tomaron medidas que crearon un
partido opositor. Algunos eran oidores del lado del camino, otros
correspondían al terreno pedregoso, y otros aun pertenecían a esa
clase que recibió la verdad mientras había en el corazón una can-
tidad de espinas que ahogaron la buena semilla; éstos no habrían
perfeccionado nunca un carácter cristiano. Pero había unos pocos
que podrían haber sido nutridos y fortalecidos, y haberse establecido
en la verdad; pero la posición asumida por los hermanos R y S pro-
vocó una crisis prematura; y luego se manifestó falta de sabiduría y
juicio en el trato con la facción.
Aun cuando las personas merezcan ser separadas de la iglesia
tanto como Satanás mereció ser echado del cielo, habrá quienes
simpaticen con ellas. Hay siempre una clase de personas que siente
más la influencia de los humanos que la del Espíritu de Dios y de
los sanos principios; y dada su falta de consagración, están siempre
dispuestas a ponerse de parte del mal y a conceder su compasión y
compañía a los que menos las merecen. Estos simpatizantes ejercen
una influencia poderosa sobre los demás; ven las cosas en una luz
pervertida, hacen mucho daño y muchas almas quedan arruinadas.
Satanás, al rebelarse, arrastró consigo a una tercera parte de los
ángeles. Éstos se apartaron del Padre y del Hijo, y se unieron con el
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instigador de la rebelión. Teniendo presente estos hechos, debemos
obrar con la mayor cautela. ¿Qué podemos esperar sino pruebas y
perplejidad en nuestra relación con hombres y mujeres singulares?