Página 164 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
Me siento inducida a preguntar: ¿Debe sacrificarse todo lo va-
lioso que hay en nuestra juventud a fin de que puedan obtener una
educación en el colegio? Si hubiera establecimientos agrícolas e
industriales vinculados con nuestros colegios, y se emplearan maes-
tros competentes para educar a los jóvenes en las diferentes ramas
de estudio y trabajo, dedicando una porción de cada día al desarrollo
mental y una porción al trabajo físico, habría ahora una clase más
elevada de jóvenes en el escenario de la acción, para ejercer influen-
cia en el moldeamiento de la sociedad. Muchos de los jóvenes que
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se graduarían en dichas instituciones saldrían con estabilidad de
carácter. Tendrían perseverancia, entereza y valor para superar los
obstáculos, y principios tales que no se desviarían por una influencia
errónea, por popular que fuera. Tendría que haber habido maestros
de experiencia para dar lecciones a las jóvenes en el departamento
de arte culinario. Las niñas tendrían que haber recibido instrucciones
para confeccionar ropa de vestir, para cortar, hacer y remendar vesti-
dos, y de ese modo adquirir educación para los deberes prácticos de
la vida.
Debería haber establecimientos donde los jóvenes pudieran
aprender diferentes oficios que ejercitaran sus músculos como tam-
bién sus facultades mentales. Si los jóvenes pudieran adquirir sólo
una educación parcial, ¿cuál sería de mayores consecuencias, la que
da un conocimiento de las ciencias—con todas las desventajas para
la salud y la vida—, o la que ofrece un conocimiento del trabajo
para la vida práctica? Contestamos sin vacilar: la última. Si una de
las dos debe descuidarse, que sea el estudio de los libros.
Hay muchas jóvenes que se han casado y tienen familia, que
poseen apenas un escaso conocimiento práctico de los deberes que
recaen sobre una esposa y madre. Pueden leer y tocar un instrumento
músico, pero no saben cocinar. Son incapaces de hacer un buen
pan, lo que es muy esencial para la salud de la familia. No pueden
cortar y hacer vestidos, porque nunca aprendieron cómo hacerlo. No
consideraban que estas cosas fueran importantes, y en su vida de
casadas dependen tanto de otras personas para que les atiendan estos
asuntos como sus propios hijitos. Es esta ignorancia inexcusable
de los deberes más necesarios de la vida lo que hace desdichadas a
muchas familias.