Página 193 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Peligro de los aplausos
Se me ha mostrado que debe ejercerse gran cautela, aun cuando
se necesite aliviar la pesada carga que oprime a hombres y muje-
res, no sea que éstos confíen en su propia sabiduría y dejen de fiar
únicamente en Dios. Es peligroso adular a las personas o ensalzar
la capacidad de un ministro de Cristo. En el día de Dios, muchos
serán pesados en la balanza y hallados faltos por causa del ensal-
zamiento. Quisiera amonestar a mis hermanos y hermanas a que
nunca adulen a las personas por causa de su capacidad; porque esto
las perjudica. El yo se ensalza fácilmente, y como consecuencia, las
personas pierden el equilibrio. Repito a mis hermanos y hermanas:
Si queréis que vuestras almas estén limpias de la sangre de todos los
hombres, nunca aduléis ni alabéis los esfuerzos de pobres mortales;
porque ello puede causar su ruina. Es peligroso ensalzar por palabras
y acciones a los hermanos o hermanas, por humilde que parezca
ser en su conducta. Si ellos poseen realmente el espíritu manso y
humilde que Dios estima tan altamente, ayudadles a retenerlo. Esto
no se hará censurándolos, ni dejando de apreciar debidamente su ver-
dadero valor. Pero son pocos los que pueden soportar sin perjuicio
la alabanza.
Algunos ministros capaces que ahora están predicando la ver-
dad presente, aman la aprobación. El aplauso los estimula como
el vaso de vino al bebedor. Colocad a estos ministros frente a una
congregación pequeña que no prometa excitación especial ni provo-
que oposición definida, y perderán su interés y celo y parecerán tan
lánguidos en la obra como el bebedor cuando se ve privado de su
dosis de bebida. Estos hombres no llegarán a ser obreros verdaderos
y prácticos hasta que hayan aprendido a trabajar sin la excitación
del aplauso.
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