Página 238 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”.
Filipenses 2:6, 7
. “Así que, los que somos fuertes debemos soportar
las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos.
Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para
edificación. Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien,
como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron
sobre mí”.
Romanos 15:1-3
.
No es la obra de un ministro del evangelio señorear sobre la he-
rencia de Dios, sino con humildad de mente, con bondad y paciencia,
exhortar, reprobar, reprender, con longanimidad y doctrina. ¿Cómo
se comparan los pasajes previos con su vida pasada? Usted ha estado
cultivando una disposición egoísta casi toda su vida. Se casó con
una mujer de una voluntad fuerte, obstinada. Su disposición natural
era supremamente egoísta. Ustedes eran ambos amantes del yo, y al
unir sus intereses no ayudaron al caso de ninguno de los dos, sino
que aumentaron el peligro de ambos. Ninguno de los dos era con-
cienzudo, y ninguno tenía en alta estima el temor de Dios. El amor
al yo, la gratificación propia, ha sido el principio dominante. Ambos
han tenido tan poca consagración a Dios que no podían beneficiarse
mutuamente. Cada uno deseaba hacer lo que quería; cada uno quería
ser mimado y alabado y servido.
El Señor vio sus peligros y vez tras vez le envió advertencias a
través de los
Testimonios
diciendo que sus intereses eternos estaban
en peligro a menos que usted venciera su amor al yo, y conformase
su voluntad a la voluntad de Dios. Si hubiese prestado atención a
las admoniciones y advertencias del Señor, si hubiera hecho un giro
radical, un cambio completo en su vida, su esposa no estaría ahora
en la trampa del enemigo, abandonada por Dios para creer los fuertes
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engaños de Satanás. Si hubiera seguido la luz que Dios le ha dado,
usted ahora sería un obrero fuerte y eficiente en la causa de Dios,
idóneo para cumplir diez veces más de lo que ahora es capaz de
hacer. Usted se ha vuelto débil porque ha fallado en apreciar la luz.
Sólo una pequeña parte del tiempo ha podido discernir entre la voz
del verdadero Pastor y la de un extraño. Su descuido para caminar en
la luz le ha traído tinieblas, y su conciencia, al ser violada a menudo,
se ha entorpecido.
Su esposa no creyó ni siguió la luz que el Señor en su misericor-
dia le envió. Despreció la reprensión, y cerró la puerta a través de