Página 290 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
No aborrecían los pecados que los habían puesto bajo la vara de
castigo, sino que odiaban al profeta fiel, el instrumento de Dios para
denunciar sus pecados y la calamidad.
“Pasados muchos días, vino palabra de Jehová a Elías en el tercer
año, diciendo: Ve, muéstrate a Acab, y yo haré llover sobre la faz de
la tierra”.
1 Reyes 18:1
. Elías no vacila en emprender su peligroso
viaje. Por tres años había sido odiado y buscado de ciudad en ciudad
por mandato del rey, y toda la nación había jurado que no se lo había
podido encontrar. Y ahora, por la palabra de Dios, él mismo se va a
presentar ante Acab.
Durante la apostasía de todo Israel, y si bien su señor es un
adorador de Baal, el gobernador de la casa de Acab ha demostrado
ser fiel a Dios. Arriesgando su propia vida ha preservado a los
profetas de Dios ocultándolos de cincuenta en cincuenta en cuevas
y alimentándolos. Mientras el siervo de Acab está buscando por
todo el reino manantiales y corrientes de agua, Elías se presenta
ante él. Abdías reverenciaba al profeta de Dios, pero cuando Elías
lo envía con un mensaje al rey, se siente grandemente aterrorizado.
Ve que él mismo y también Elías corren peligro de muerte. Ruega
fervientemente que su vida no sea sacrificada; pero Elías le asegura
con un juramento que ese día verá a Acab. El profeta no irá donde
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Acab sino como uno de los mensajeros de Dios, para infundir respeto,
y envía un mensaje mediante Abdías: “Aquí está Elías”.
1 Reyes
18:8
. Si Acab quiere ver a Elías, ahora tiene la oportunidad de ir a
él. Elías no irá ante Acab.
Con asombro mezclado con terror el rey oye el mensaje de que
Elías, a quien teme y odia, está viniendo para encontrarse con él.
Por largo tiempo ha buscado al profeta para poder destruirlo, y sabe
que Elías no expondría su vida para venir a él a menos que estuviera
protegido o que trajese una terrible denuncia. Recuerda el brazo seco
de Jeroboam y concluye que no es seguro levantar su mano contra
el mensajero de Dios. Y con temor y temblor, y con una comitiva
numerosa y un imponente despliegue de ejércitos, se apresura para
encontrarse con Elías. Y al encontrarse cara a cara con el hombre
a quien ha buscado por tanto tiempo, no se atreve a herirlo. El rey,
tan apasionado y tan lleno de odio contra Elías, parece carecer de
virilidad y poder en su presencia. Al encontrarse con el profeta no
puede refrenarse de hablar el lenguaje de su corazón: “¿Eres tú el