Página 31 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Capacidad no santificada
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La educación del hermano B no ha sido tal como para fortalecer
esas eleyadas cualidades morales que lo capacitarían para permane-
cer solo con la fuerza de Dios en defensa de la verdad, en medio de
la oposición más severa, firme como una roca a los principios, fiel al
carácter moral, indiferente a la alabanza humana o a la censura o a
las recompensas, prefiriendo la muerte antes que violar la conciencia.
Se necesita tal integridad en la oficina de publicaciones, de donde
salen verdades solemnes, sagradas, sobre las cuales el mundo ha de
ser probado.
La obra de Dios requiere hombres de elevadas facultades mora-
les que se ocupen en su proclamación. Se necesitan hombres cuyos
corazones estén fortalecidos con un santo fervor, hombres de un
propósito firme a los que no se mueva fácilmente, que puedan de-
poner cada interés egoísta y darlo todo por la cruz y la corona. La
causa de la verdad presente padece por falta de hombres que sean
leales a un sentido de lo correcto y del deber, cuya integridad moral
sea firme, y cuya energía esté a la altura de las oportunidades de la
providencia de Dios. Tales cualidades son de más valor que rique-
zas incalculables invertidas en la obra y la causa de Dios. Energía,
integridad moral y un propósito firme de parte de lo correcto son
cualidades que no pueden suplirse con ninguna cantidad de oro. Los
hombres que poseen estas cualidades ejercerán influencia por todas
partes. Sus vidas serán más poderosas que la excelsa elocuencia.
Dios llama a hombres de corazón, hombres de intelecto, hombres de
integridad moral, a quienes pueda hacer depositarios de su verdad, y
que representarán correctamente sus principios sagrados en su vida
diaria.
En algunos respectos el hermano B tiene una capacidad que sólo
pocos poseen. Si su corazón estuviera consagrado a la obra, podría
llenar un cargo importante en la oficina con la aceptación de Dios.
Necesita convertirse y humillarse como un niñito, y buscar la reli-
gión pura y de corazón, a fin de que su influencia en la oficina, o en
la causa de Dios en cualquier parte, sea lo que debe ser. El carácter
de su influencia ha dañado a todos los que están relacionados con
la oficina, pero muy especialmente a los jóvenes. Su posición como
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jefe le dio influencia. No se condujo concienzudamente en el temor
de Dios. Ha favorecido a algunos más que a otros. Descuidó a los
que, por su fidelidad y capacidad, merecían aliento especial, y causó