Página 318 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
ceder ante nadie. Cuando debía ceder frente a otros en su modo
de actuar y en sus deseos, usted llevaba a cabo los asuntos en su
propia manera precipitada. Usted ha sentido que era plenamente
competente para pensar y actuar por sí mismo, independientemente.
Ha aceptado y amado la verdad de Dios, la que ha hecho mucho por
usted, pero no ha realizado toda la transformación necesaria para
el perfeccionamiento del carácter cristiano. Cuando usted empezó
primero a trabajar en la causa de Dios era más humilde y estaba
dispuesto a ser aconsejado. Pero cuando comenzó a tener cierta
medida de éxito, su confianza propia aumentó, y fue menos humilde
y se volvió más independiente.
Cuando examinó la obra del pastor y la hermana White usted
pensó que podía ver dónde habría hecho mejor que ellos. Usted ha
albergado en su corazón sentimientos contra ellos. Era naturalmente
escéptico, infiel, en sus sentimientos. Cuando examinó el trabajo de
ellos y oyó los reproches dados a aquellos que estaban equivocados,
se preguntó cómo aceptaría un testimonio directo como ése. Llegó a
la conclusión de que no podría recibirlo, y comenzó a afirmarse en
su resistencia a la manera de trabajar de ellos, y así abrió una puerta
en su corazón para las sospechas, las dudas y para sentir celos de
ellos y de su trabajo.
Usted llegó a albergar prejuicios contra el trabajo de ellos. Ob-
servó, y escuchó y reunió [toda la información] que pudo, y supuso
mucho. Porque Dios le había dado una medida de éxito, comenzó
a colocar su corta experiencia y labores en un nivel por encima de
las labores del hermano White. Se jactaba de que, si estuviera en su
lugar, podría hacer mucho mejor que él. Comenzó a agrandarse en
sus propios ojos. Pensó que su conocimiento era mucho más extenso
y valioso de lo que realmente era. Si hubiese tenido una centésima
parte de la experiencia que el hermano White ha tenido en el trabajo,
los cuidados y perplejidades reales, y en la experiencia de llevar
cargas en esta causa, usted podría entender mejor su trabajo y estar
mejor preparado para solidarizarse con él en sus labores, en vez de
murmurar y albergar sospechas y tenerle celos.
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En cuanto a su propio puesto de trabajo, debería desconfiar
grandemente de usted mismo, no sea que falle en hacer su obra de
un modo que sea acepto para Dios, no sea que falle en honrar la
causa de la verdad en sus labores. Usted debiera, con humillación de