Página 319 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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A un joven ministro y su esposa
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alma, sentir [lo que sintió el apóstol]: “Y para estas cosas, ¿quién es
suficiente?”
2 Corintios 2:16
. La razón por la que ustedes dos están
tan listos para cuestionar y conjeturar respecto al trabajo del pastor
White es porque conocen muy poco al respecto. Tan pocas cargas
reales han recaído sobre sus almas, tan poca angustia genuina por
la causa de Dios ha tocado sus corazones, tan poca perplejidad y
verdadera aflicción han sobrellevado por otros, que no están mejor
preparados para apreciar el trabajo del hermano White que lo que
está un niño de diez años para entender los cuidados, ansiedad y
trabajo fatigoso de su agobiado padre. El niño puede andar gozoso
de espíritu porque no tiene la experiencia de su padre agobiado y
lleno de inquietudes. Puede preguntarse el porqué de los temores y
ansiedades del padre, que a él le parecen innecesarios; pero cuando
se le añadan a su vida años de experiencia, cuando asuma y lleve
sus verdaderas cargas, entonces podrá mirar retrospectivamente la
vida de su padre y comprender lo que para él era misterioso en su
niñez; porque la amarga experiencia le ha dado conocimiento.
Se me mostró que usted está en peligro de situarse por encima de
la sencillez del trabajo y de colocarse sobre el pináculo. Usted siente
que no necesita reprensión y consejo, y el lenguaje de su corazón es:
“Soy capaz de juzgar, discriminar y determinar entre lo correcto y lo
erróneo. No veré violados mis derechos. Nadie me dirá lo que tengo
que hacer. Soy capaz de formar mis propios planes de acción. Soy
tan bueno como cualquiera. Dios está conmigo y me da éxito en mis
esfuerzos. ¿Quién tiene autoridad para interponerse en mi camino?”
Le he oído declarar estas palabras cuando su caso estaba pasando
delante de mí en visión, pero no dirigidas a ninguna persona, sino
como si conversara con usted mismo. Mi ángel asistente repitió estas
palabras, mientras los señalaba a ustedes dos: “De cierto os digo,
que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino
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de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése
es el mayor en el reino de los cielos”.
Mateo 18:3, 4
.
Vi que la fuerza de los hijos de Dios está en su humildad. Cuando
son pequeños en sus propios ojos, Jesús será para ellos su fuerza y
su justicia, y Dios prosperará sus labores. Se me mostró que Dios
probaría al hermano A. Le daría una medida de prosperidad; y
si soportaba la prueba, si usaba provechosamente las bendiciones
que Dios le dé, sin tomar honor para sí y sin volverse engreído,