Página 320 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
egoísta y lleno de confianza propia, el Señor continuaría dándole sus
bendiciones por amor a su causa y para su propia gloria.
Vi, hermano A, que usted está en el mayor peligro de volverse
orgulloso, lleno de justicia propia y de autosuficiencia, y de sentir que
es rico y no necesita nada. A menos que se ponga en guardia contra
estos puntos, el Señor le permitirá continuar su camino hasta que
usted haga evidente a todos su debilidad. Será puesto en situaciones
donde será severamente tentado si otros no lo consideran en una
luz tan exaltada como usted se estima a sí mismo y su capacidad.
Se me mostró que estaba pobremente preparado para tener mucha
prosperidad y una medida grande de éxito. Sólo una conversión
cabal hará la obra que necesita hacerse en su caso.
Se me ha mostrado que usted y su esposa son naturalmente
egoístas. A menos que estén en guardia, están en constante peligro de
pensar y actuar con referencia a ustedes mismos. Trazarán sus planes
para su propia conveniencia, sin tener en cuenta cuánto pueden
incomodar a otros. Están inclinados a ejecutar sus ideas y planes sin
considerar los planes ni respetar los puntos de vista o sentimientos
de otros. Ambos debieran cultivar la deferencia y el respeto a otros.
Hermano A, usted ha considerado que su trabajo era de una
importancia demasiado grande como para rebajarse a fin de ocuparse
en deberes domésticos. A usted no le agradan estos requerimientos.
Los descuidó en sus días más juveniles. Pero estos pequeños deberes
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que usted descuida son esenciales para la formación de un carácter
bien desarrollado.
Se me ha mostrado que nuestros ministros generalmente son
deficientes en hacerse útiles en las familias donde son hospedados.
Algunos dedican su mente al estudio porque aman esta ocupación.
No sienten que Dios les ordena a los ministros el deber de ser una
bendición en las familias que visitan, sino que muchos entregan
su mente a los libros y se aíslan de la familia y no conversan con
ellos sobre los temas de la verdad. Los intereses religiosos en la
familia son apenas mencionados. Esto está totalmente mal. Los mi-
nistros que no llevan sobre sí la carga y los cuidados de la obra de
publicaciones, y que no tienen las perplejidades y numerosas preo-
cupaciones de todas las iglesias, no debieran sentir que su trabajo es
excesivamente difícil. Debieran sentir el interés más profundo en las
familias que visitan; no tendrían que sentir que deben ser mimados