Página 351 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Idolatría ruin
En ausencia de Moisés, la congregación le demandó a Aarón que
les hiciera dioses que fuesen delante de ellos y los guiaran de regreso
a Egipto. Esto era un insulto a su Dirigente principal, el Hijo del Dios
infinito. Sólo unas pocas semanas antes, habían estado temblando de
pavor y terror delante del monte, escuchando las palabras del Señor:
“No tendrás dioses ajenos delante de mí”.
Éxodo 20:3
. La gloria
que santificó el monte cuando se oyó la voz que lo sacudió hasta
sus fundamentos, todavía se cernía sobre la montaña a la vista de la
congregación; pero los hebreos apartaron sus ojos y pidieron otros
dioses. Moisés, su dirigente visible, se hallaba conversando con Dios
en el monte. Olvidaron la promesa y la advertencia de Dios: “He
aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino,
y te introduzca en el lugar que yo he preparado. Guárdate delante de
él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra
rebelión, porque mi nombre está en él”.
Éxodo 23:20, 21
.
Los hebreos fueron cruelmente incrédulos y vilmente ingratos en
su pedido profano: “Haznos dioses que vayan delante de nosotros”.
Éxodo 32:1
. Si bien Moisés estaba ausente, la presencia del Señor
permaneció con ellos; los israelitas no fueron abandonados. El maná
continuó cayendo, y mañana y noche eran alimentados por una mano
divina. La columna de nube durante el día y la columna de fuego por
la noche significaban la presencia de Dios, la que era un memorial
viviente ante ellos. La presencia divina no dependía de la presencia
de Moisés. Pero al mismo tiempo en que él intercedía ante el Señor
en el monte en su favor, ellos se precipitaban para cometer errores
vergonzosos, para caer en la transgresión de la ley que les había sido
dada tan recientemente en forma grandiosa.
Aquí vemos la debilidad de Aarón. Si él hubiera permanecido
con verdadero valor moral y hubiera rechazado firmemente a los
dirigentes en este vergonzoso pedido, sus palabras oportunas habrían
evitado esa terrible apostasía. Pero su deseo de ser popular con la
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congregación y su temor de incurrir en su desagrado, lo condujeron
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